La lectura católica detrás de Alicia en el país de las maravillas
CaixaForum Madrid propone hasta el 3 de agosto un paseo por el impacto que ha tenido el libro de Lewis Carroll en el imaginario popular desde su publicación en 1866
Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, publicado en 1866, no consiguió un éxito inmediato. De hecho, las ventas fueron modestas los cinco primeros años. La respuesta de su editor, Alexander Macmillan, cuando el autor le sugirió un segundo relato sobre lo que Alicia encontró detrás del espejo, fue tal que así: «Su propuesta es peor que el más cruel ogro jamás concebido en el más sombrío y maligno de los estados de ánimos. ¿Qué pienso? Que la mitad de los niños se quedarán en la cama de puro disgusto y aflicción de espíritu». Pero esto fue algo fugaz, puesto que la opinión sobre la Alicia primigenia cristalizó con el tiempo y en 1867 ya era «uno de los mejores libros infantiles que hemos conocido», según el diario The Nation. La Fundación “la Caixa” ha organizado hasta el 3 de agosto en el CaixaForum Madrid una exposición, la primera, sobre el impacto a través de los siglos de la figura de esta niña soñadora.
Traducida a más de 170 lenguas, esta obra sigue imprimiéndose a día de hoy y forma parte del imaginario colectivo. Y, como se va recorriendo en la muestra, el alcance de su influencia atraviesa generaciones, artistas y diversas disciplinas como la moda, con decenas de diseñadores dedicados a recrear a los personajes; el teatro, ya que dio el salto a las tablas; el cine, la fotografía o la ciencia.

Pero, ¿dónde está la verdadera atracción de esta novela infantil? Más allá de la propia narrativa, ya que la combinación de juegos de palabras y humor absurdo hace que el libro sea divertido y atractivo para los lectores de todas las edades; o incluso la identificación con la heroína, ya que muchos lectores se mimetizan con la curiosidad y la valentía de Alicia por encontrar su lugar en el mundo, hay una lectura trascendente de la obra por la que transitan niños y mayores al enfrentarse a este país de las maravillas.
El viaje del personaje inspirado en Alice Liddell, hija de una familia amiga de Lewis Carroll, podría ser el que todos hacemos hacia la verdad. Alicia representa la curiosidad, la inocencia y la búsqueda, y ese país con el que se topa es la complejidad y la contradicción del mundo. Cuando cae al pozo, además de una huida de la sociedad victoriana y sus rígidas convenciones —como se ha especulado reiteradamente—, también puede simbolizar el abandono de la seguridad y la rutina, un paso necesario para la transformación espiritual.

Sobre los personajes, sin ir más lejos seguir al Conejo Blanco puede simbolizar la llamada a la búsqueda de Dios y la aventura de la vida cristiana. El Sombrerero Loco representaría fácilmente el desorden y la confusión mundanas; la Oruga la sabiduría y, por supuesto, la icónica Reina de Corazones —interpretada magníficamente por Helena Bonham Carter en la versión cinematográfica de Tim Burton, de 2010— la injusticia. Con ese juicio final en el que la verdad y la justicia priman por encima de todo. Y, Alicia, a pesar de su viaje, a priori de ensoñación, necesita la razón para entender lo que está pasando y tomar decisiones.
Cuenta el director del Victoria & Albert Museum, Tristram Hunt, organizador de la exposición junto a la Fundación “la Caixa”, que «la intrépida independencia de Alicia son rasgos a los que todos podemos aspirar, y su figura sirve de modelo para las Alicias contemporáneas que emprenden sus propios viajes llenos de maravilla». Lo explica en el catálogo de la muestra, una joya de diseño gráfico que merece la pena saborear. La exposición es, igual que el libro, apta para todos los públicos y los más pequeños podrán esconderse entre naipes, tomar el té en una mesa loca o mirar más allá de los espejos. Los adultos, disfrutar de una rica colección de objetos cedidos por particulares, bibliotecas y galerías de todo el mundo.

La bisnieta de Alice Liddell, la inspiradora de Alicia, escribió un libro en 2015 en el que asegura que Carroll (seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson) tenía un lado oscuro. «Mi familia tiene cartas privadas de las que se desprende que quería casarse con Alice, aunque nunca hizo proposiciones», asegura. La cuestión es que ella tenía 11 años y entonces él tenía 31, pero «nunca forzó los límites».