La Iglesia italiana lamenta el suicidio de 80 reclusos en las cárceles italianas - Alfa y Omega

La Iglesia italiana lamenta el suicidio de 80 reclusos en las cárceles italianas

El Papa tiene predilección por estos lugares empapados de dolor. El próximo 26 de diciembre, dos días después de inaugurar en San Pedro el Jubileo 2025, abrirá una Puerta Santa en la cárcel romana de Rebbibia. Otro gesto más de cercanía a los presos

Victoria Isabel Cardiel C.
El Papa Francisco lava los pies a una reclusa en la cárcel de mujeres de Rebibbia, en las afueras de Roma
El Papa Francisco lava los pies a una reclusa en la cárcel de mujeres de Rebibbia, en las afueras de Roma. Foto: CNS / Vatican Media.

El hacinamiento en las cárceles está tomando nuevamente un cariz trágico en Italia. Desde principios de año, los suicidios en las cárceles van en aumento. Ya son 80. Una cifra que se acerca al trágico récord alcanzado en 2022, cuando fueron 84 en total.

Uno de los últimos presos en quitarse la vida entre rejas —lo hizo el 3 de julio— fue Fedi, un joven de 20 años con cara de niño que había llegado a Italia en 2004 siendo menor procedente de Túnez y estaba encarcelado desde 2022 en Sollicciano, en Florencia. En una denuncia que hizo pública la asociación L’Altro Diritto, un centro de documentación gestionado por la Universidad de Florencia, describió las deplorables condiciones de detención en las que vivía en la prisión italiana, llena de moho, ratones y chinches. Dijo, por ejemplo, que las ratas campaban a sus anchas bajo las alacenas de la cocina y que no pocas ocasiones encontraba restos de comida roída por ellas.

Como todas las cárceles italianas, estaba superpoblada: el 31 de octubre, según los últimos datos disponibles del Ministerio de Justicia, había 62.110 reclusos, de los que 6.000 no tienen una sentencia firme; es decir están en prisión de forma preventiva.

En enero de 2013, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó al país por el trato inhumano y degradante que daba a los derechos de los entonces 66.585 presos que poblaban las cárceles italianas en abril de 2012, cuando se hizo la investigación: un número suponía una  tasa de hacinamiento del 148 %. Pero la situación en estos once años no ha mejorado.

El sistema carcelario superpoblado de Italia es el caldo de cultivo ideal para que los presos no vean otra salida que suicidarse. Los dos últimos casos se han producido en la prisión de Santa Maria Maggiore de Venecia y en la de Santa Maria Capua Vetere, en la provincia de Caserta, en la región de Campaña. En el primer caso, un hombre de 41 años de origen marroquí se ahorcó en el cuarto de baño de su celda. En el segundo, un hombre de 53 años se cortó las venas.

«Una vez más, uno de nuestros hermanos no ha encontrado otra esperanza de libertad que la de aferrarse a la muerte», lamenta en una carta publicada por el diario Avvenire el obispo de Caserta y Capua, Pietro Lagnese. «No podemos ni debemos acostumbrarnos a estas noticias».

En un país civilizado, nadie que esté entre rejas «debe sentirse condenado a muerte, sino encontrar en el tiempo del castigo motivos de esperanza para el futuro, como establece el artículo 27 de nuestra Constitución», señala en este sentido.

«Nadie puede cambiar de vida si no ve un horizonte. Es un grito de dolor que duele a todos: ¡no podemos quedarnos mirando! No conocemos las razones del suicidio de nuestro hermano —afirma Lagnese—, pero podemos imaginar el sentimiento de soledad, de miedo por el futuro que le angustiaba hasta el punto de decidir cometer un acto tan extremo. Esto debe interpelarnos».

El Papa tiene predilección por estos lugares empapados de dolor. El próximo 26 de diciembre, dos días después de inaugurar en San Pedro el Jubileo 2025, abrirá una Puerta Santa en la cárcel romana de Rebbibia. Otro gesto más de cercanía a los presos.

Desde que era arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio se trasladaba con motivo de la ceremonia del Jueves Santo a una cárcel. Ya siendo Papa ha celebrado entre rejas más de nueve veces la primera ceremonia del Triduo Pascual. Además siempre lava los pies a los encarcelados. Este es el gesto heroico de un anciano que sufre de ciática y le cuesta mucho arrodillarse, pero que tiene en su corazón a los olvidados que viven privados de libertad.