La Iglesia en Europa responde al aumento de «la inquietud existencial y los miedos»
El Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa celebra su 50º aniversario y ve signos de esperanza entre «la persistente descristianización» y el «avance de una cultura individualista»
«Cuanto más parece que Dios está desapareciendo de la visión del hombre» en Europa; y «cuanto más parece que crecen la inquietud existencial, los miedos y las presiones divisoras, más está llamada la Iglesia a proclamar a Cristo nuestra esperanza». El Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) afronta con este renovado impulso su 50º aniversario, que se celebra este jueves.
En un mensaje con este motivo su presidente, el cardenal Angelo Bagnasco, junto con los vicepresidentes, cardenal Vincent Nichols y Stanislaw Gadecki, apuntan que la Iglesia debe también dar testimonio de comunión y de una colaboración que «no anula nuestras diferencias sino que las respeta y valora» para alcanzar una armonía superior.
El consejo, explican, surgió en 1971 como respuesta a «la necesidad de fortalecer los esfuerzos de evangelización a la vista de los grandes desafíos que había desencadenado el cambio cultural de 1968». Como fruto de la «atención de la Iglesia a un mundo cambiante», se quería promover el conocimiento recíproco entre los obispos y el intercambio de experiencias que llevara a renovar el anuncio de Cristo y la pastoral. El hecho de que el nuevo organismo abarcara a todo el continente era, al mismo tiempo, una «profecía de lo que iba a ocurrir en 1989 con la reunificación de Europa»; una unidad no solo «externa» sino también cultural y espiritual.
Nuevos retos, misión fortalecida
A día de hoy, CCEE «ve su misión fortalecida y que su presencia, discreta pero eficaz, se vuelve más importante». La Iglesia en Europa se enfrenta a retos como «la persistente descristianización» y el «avance de una cultura individualista que lleva a retirarse a micromundos». Ejemplo de ello son «los movimientos migratorios» y «un cierto escepticismo hacia el esfuerzo de caminar juntos». A todo ello, se suma una pandemia que afecta a la salud, la vida, la economía, el trabajo, las relaciones sociales e incluso la vida de fe de las personas.
La sospecha hacia la razón, profundiza el mensaje, hace que sea difícil que se preste atención intelectual a la fe y que se le abran los corazones. Como consecuencia, «se pierde la identidad de la persona humana, con repercusiones éticas y sociales significativas»: la crisis demográfica, la vacilante defensa de la vida en sus distintas fases, la exaltación de la libertad «como un absoluto individualista», y la ausencia de «una educación integral y armoniosa».
Semillas en el desierto
Sin embargo, incluso el «desierto espiritual» de Europa esconde semillas que están floreciendo. «Es la hora de un despertar de las conciencias, un despertar que quizá es lento pero inevitable». Multitud de «personas de todas las edades buscan el significado de la existencia y sienten un anhelo de Dios», afirman Bagnasco, Gadecki y Nichols. Al hacernos redescubrir la transitoriedad de la vida, la pandemia está contribuyendo a «agudizar» este deseo. Muchas personas, abunda el mensaje, sienten sed de la Palabra, la fe, la Eucaristía, la oración, la devoción a la Virgen y la comunidad, y se van encontrando «de formas misteriosas».
Además de responder a esta búsqueda, la Iglesia es consciente de que «proclamar a Cristo significa abrir el corazón y la inteligencia de la humanidad a la realidad en su conjunto» y al fundamento último de la dignidad de cada persona. Por ello, «es necesario prestar atención al diálogo entre todas las religiones como base para construir un mundo fraterno, así como un compromiso urgente con la creación, de la que todos somos custodios». Para seguir adelante en esta labor, el mensaje invita a que los pastores europeos recen unos por otros, y pidan también a las comunidades cristianas que en las intenciones de la Misa de algún domingo se pida por el consejo y su labor.
Celebración en septiembre
El 50º aniversario de CCEE se produce pocos meses después de los 50 años de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la Unión Europea y del 40º aniversario de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE). Se celebrará oficialmente en septiembre, durante su Asamblea Plenaria en Roma. En ella participará el Papa Francisco, que podría reafirmar la hoja de ruta que marcó a Europa el pasado octubre.
Fue el 25 de marzo de 1971 cuando la Congregación para los Obispos aprobó ad experimentum su reglamento, que luego reformó e hizo definitivo san Juan Pablo II en 1995. En estas cinco décadas, el organismo ha sido protagonista de dos sínodos de obispos sobre Europa, diez simposios, tres asambleas ecuménicas y cinco foros católico-ortodoxos. Está formado por 39 miembros en 45 países: 33 conferencias episcopales y los obispos de Luxemburgo, Mónaco, Chisinau (Moldavia), Mukachevo, Estonia y maronita de Chipre.