«La Iglesia en España está a la vanguardia en atención a migrantes»
El responsable de migrantes y refugiados del Vaticano, Fabio Baggio, visita España en plena oleada migratoria y coincidiendo con la improductiva cumbre de la UE sobre migraciones
«A corto plazo, la prioridad es salvar vidas. Nadie debería morir esperando una vida mejor». Son palabras de Fabio Baggio, subsecretario de la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, durante el recorrido por la diócesis de Cádiz y Ceuta que hizo a finales de la semana pasada. La visita a España del principal colaborador del Papa Francisco en materia de migraciones coincidió con otra llegada más inesperada: la de 4.000 personas que arribaron a Canarias en cayucos y embarcaciones precarias. Con ellas son ya casi 20.000 en lo que va de año, cuando en 2022 lo hicieron poco más de 15.000. Y mientras, en las costas africanas se agolpan todavía miles de personas esperando su momento para emprender un arriesgado viaje de diez días rumbo a Europa.
También significativa fue la presencia de Baggio en el sur de nuestro país coincidiendo con la cumbre de líderes de la Unión Europea que, en Granada, abordaba la necesidad de un pacto migratorio común. De fondo estaba la demanda de endurecer las posibilidades de entrada en el continente y las condiciones para la solicitud de asilo, así como el reparto de migrantes entre los distintos países. Al final no hubo acuerdo comunitario, pero el representante vaticano recuerda para Alfa y Omega que Europa debe remitirse «a sus principios fundacionales y a sus valores como civilización, de los que bien puede definirse como cuna precisamente en relación con el fenómeno migratorio». Baggio recuerda en este punto que «los principios de justicia y solidaridad siempre deben prevalecer sobre lógicas de interés particular».
El subsecretario de la Sección Migrantes y Refugiados asegura sobre el funcionamiento de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), «que en algunos lugares se llaman centros de detención», que «no parecen ser una verdadera solución» a este fenómeno. «El hecho de que un gran número de solicitantes de asilo sean internados esperando durante meses a que se examinen sus solicitudes de protección internacional termina dañando su dignidad y suele provocar malestar y conflicto social», afirma Baggio, para quien «habría que pensar en medidas alternativas».
El italiano, que en su visita a España ha tenido varios encuentros con agentes de pastoral migratoria, afirma que la Iglesia en nuestro país «es especialmente activa en todo lo referente a este ámbito», y que, junto con los obispos españoles, desde Roma se intenta «leer estos acontecimientos como verdaderos signos de los tiempos».
En este sentido, «la Iglesia en España está ciertamente a la vanguardia de este compromiso pastoral», señala, por su «acción integral», que incluye «la acogida inicial, la respuesta a las necesidades básicas de los migrantes y los programas de integración a largo plazo, sin descuidar la dimensión religiosa de la asistencia».
Por ello, más que ver este fenómeno con inquietud o temor, Fabio Baggio anima a vivir la presencia de migrantes y refugiados «como una oportunidad para aprender sobre procesos de integración y de construcción de una ciudadanía activa». «El miedo es comprensible», abunda el subsecretario de la Sección Migrantes y Refugiados del Vaticano, «pero una persona y un pueblo solo son fecundos si saben integrar creativamente la apertura a los otros».
Los obispos de Canarias han mostrado su preocupación ante el aumento de la migración en el archipiélago, un fenómeno cuyas causan son «la inestabilidad política en Senegal y en otros países del Sahel, la pobreza y el cambio climático», según una nota que hicieron pública el domingo pasado y a la que se ha adherido la Subcomisión de Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Española.
Así, los obispos canarios denuncian la «indiferencia» de los gobiernos europeos, reunidos la semana pasada en Granada para tratar el tema de la inmigración, un asunto «que por desgracia han declinado abordar y dar respuesta», al tiempo que piden «el establecimiento de vías legales y seguras para acceder a territorio europeo».
En esta línea, los prelados subrayan que la inmigración solo se regulará «cuando cese la injusticia del comercio internacional y las guerras inducidas en países con riquezas mineras; cuando los dictadores que expolian a su pueblo dejen de contar con la complacencia de gobiernos y multinacionales, y cuando cese el comercio de armas».