La Iglesia en Cuba se prepara para recibir al Pontífice. El Papa avivará la fe dormida - Alfa y Omega

La Iglesia en Cuba se prepara para recibir al Pontífice. El Papa avivará la fe dormida

Algo se mueve en Cuba. La peregrinación de la Virgen de la Caridad del Cobre por todos los rincones de la isla ha reavivado la fe de muchos. Es un acontecimiento de primer orden, aunque menos noticiable para la prensa que los problemas políticos emergidos en vísperas del viaje. Esos también son asuntos importantes, pero no es al Papa a quien le corresponde resolverlos. Su misión es aún más acuciante: anunciar el Evangelio

Cristina Sánchez Aguilar
Los habaneros dan la bienvenida a la Virgen del Cobre, a su vuelta a la capital, tras recorrer la isla, el pasado diciembre.

«Los cubanos están saliendo a las calles a expresar su fe», afirma el disidente Oswaldo Payá, líder del Movimiento Cristiano de Liberación. «Las calles estaban abarrotadas, los balcones llenos», describe el cubano, haciendo referencia a la celebración del vía crucis, que tuvo lugar la pasada semana en el popular barrio de Centro Habana. Cientos de fieles seguían la imagen de Jesús Nazareno cargado con la cruz por las calles del barrio, a la vez que cantos religiosos y oraciones acompañaban a la comitiva.

El Arzobispado de La Habana ha celebrado estos días —hasta el pasado 16 de marzo— inéditos vía crucis vivientes y públicos en las calles de la capital, con motivo de la Cuaresma y como preparación a la visita de Benedicto XVI a la isla; demostraciones públicas de fe que llevan sucediéndose meses en Cuba, gracias a la peregrinación, por diferentes parroquias de todo el país, de la Madre de todos los cubanos, la Virgen de la Caridad del Cobre, una «actividad insólita en nuestro país», como la describe Arístides Ramos, fiel de la parroquia de Ceiba Mocha, a 100 kilómetros de la capital. «Desde hacía cincuenta años, la imagen de la Virgen de La Caridad no recorría todos los rincones de la isla», cuenta el cubano. «Todo el pueblo la esperaba portando flores. Vivimos con intensidad la libertad de los hijos de Dios, respiramos un nuevo oxígeno que ha cargado nuestras baterías descargadas…; así ha sido por todo mi país», añade.

Que no quede en espectáculo

El párroco de El Salvador del Mundo —en El Cerro, barrio habanero—, el sacerdote asturiano José Alfonso Álvarez, señala que «la Virgen de la Caridad es un referente que, aunque no signifique lo mismo para todos, mueve voluntades». De la visita de la imagen a su parroquia, el pasado noviembre, recuerda, ante todo, la petición que él mismo hizo a la Virgen: «Que lo sembrado germine, que no quede todo en puro espectáculo, que nos comprometa a seguir evangelizando y poner a su Hijo en el centro de nuestras actividades». Y señala que, ante todo, «han sido días de intenso aprendizaje. Cada persona que se ponía delante de mí para que la bendijera, llevaba visible en los ojos lo bueno y lo malo. Noté cómo El Cerro se agarraba a la Virgen como el que se está ahogando y le tiran una soga para no ahogarse… ¿Qué le queda a la gente sin Dios y la Virgen?».

Periplo de la Virgen

En su periplo por Cuba, la Virgen llegó a la provincia de Pinar del Río. Allí estuvo Natividad Cabrera: «Fue muy emocionante sentir la presencia de la imagen sagrada. Aunque la mayoría ya la habíamos visto, fue como la primera vez», y señala, como lo más llamativo, «el respeto que todos los cubanos sentimos hacia la Patrona de Cuba». De hecho, seis jugadores del equipo de béisbol de Pinar del Río llevaron a hombros a la Virgen.

En la parroquia de Santa Rita de Casia, en la archidiócesis de La Habana, estaba Jesús González, quien recuerda cómo se puso de manifiesto «un sentimiento de acogida liberadora, de pasión y reconciliación de unos con otros».

Sentimientos que recogieron los obispos de la isla, en su carta de bienvenida al Santo Padre ante su ya muy cercana visita, el pasado día 1 de marzo: «El paso de la imagen de la Virgen ha convocado y reunido a millones de cubanos que rezaron, cantaron, lloraron y vivieron emotivas experiencias religiosas», explican. Algunos «sintieron reavivar la fe, tal vez oculta o dormida, y otros hicieron su primer acercamiento a Jesucristo a través de la Virgen», recuerdan los obispos. Lo que fue, sin duda, es «una experiencia de fe y de cubanía que el Santo Padre confirmará con su presencia y su palabra y, a la vez, alentará sentimientos y actitudes de amor cristiano, misericordia, gratitud y reconciliación entre todos los cubanos».

No es una visita política…

… aunque altercados no faltan. Varios templos católicos del territorio cubano han sido ocupados por disidentes con el objetivo de lograr que Benedicto XVI «tenga en cuenta nuestra petición de libertad, democracia y respeto a los derechos humanos». Los desalojos, a los que diversos grupos han tachado de violentos —definición rápidamente desmentida por la Iglesia en Cuba— han servido como arma para crear polémica en torno a la Visita. Monseñor Emilio Aranguren, obispo de Holguín, informó en un comunicado a la prensa internacional que el uso de la violencia para desalojar a los disidentes, tal y como se ha argumentado, «está tergiversado e, incluso, manipulado».

El fin de semana fue algo alterado también para las Damas de Blanco, que durante días han reivindicado ser recibidas por el Pontífice durante su Visita a la isla. Las fuerzas de seguridad arrestaron un total de 70 integrantes del grupo, incluida su líder, Berta Soler, detenida en La Habana junto a otras 36 disidentes durante la mañana del domingo, «cuando se disponían a asistir a Misa en la iglesia de Santa Rita», según ha explicado una portavoz de las Damas, Magaly Norvis Otero Suárez.

El arresto duró poco: «Todas las Damas de Blanco estamos en nuestras casas desde la noche del domingo», informó el lunes Laura Labrada, la hija de la fallecida líder del grupo, Laura Pollán. Aun así, no cejan en su empeño de ser recibidas por Benedicto XVI: «Queremos que el Santo Padre nos conceda aunque sea un minuto», aseveró.

De hecho, continúa distribuyéndose por Internet una recogida de firmas con un texto en el que se pide, al Santo Padre, «que cese la represión con los disidentes», o exige «el derecho de los cubanos a la libertad de expresión y asociación». Pero, como señalaba Oswaldo Payá, «el Papa viene como un familiar y un amigo, trae una palabra de esperanza, pero no podemos pedirle a él que resuelva la situación, ni podemos depositar en él las esperanzas de libertad del pueblo cubano. Es nuestra responsabilidad y todos tenemos que dar nuestro paso para conquistar estos derechos».

Que no es una visita política ya se encargó de recordarlo, la pasada semana, el arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega y Alamino, en una inusual comparecencia en televisión: «Él quiere venir como peregrino», para ayudar a Cuba a «revivir una fe un poco dormida, un poco borrada».

En el discurso de 30 minutos, el cardenal Ortega recordó a los cubanos la importancia de la figura del obispo de Roma y quién es Benedicto XVI y su magisterio. Aun así, hizo una única alusión política, y señaló que, en nombre de la verdad, «muchas veces relativizada, se puede llegar a un absolutismo o a un verdadero régimen totalitario o tirano, cuando alguien cree que tiene una verdad y es ésa».