La hora de la misión - Alfa y Omega

La hora de la misión

Ha sido «un viaje programático», en palabras del director de L’Osservatore Romano, Gian Maria Vian. El Papa ha lanzado importantes mensajes, en los que ha delineado cuál es su visión de la Iglesia y hacia adónde apuntan las reformas de su pontificado

Ricardo Benjumea
Jóvenes voluntarios de la JMJ reparten información cerca de la iglesia de Nuestra Señora del Buen Suceso, en Río de Janeiro

«Hoy nos encontramos en un nuevo momento», les decía el Papa a los obispos brasileños. «No es una época de cambio, sino un cambio de época. Entonces, también hoy es urgente preguntarse: ¿Qué nos pide Dios?».

El Papa incluyó a última hora en la agenda este encuentro con los obispos de Brasil, del que no se facilitaron imágenes, ni estaba previsto inicialmente que se hiciera público el discurso. La idea –como expuso el propio Papa– era un encuentro «un poco apartados, para estar solos y poder hablar de corazón a corazón». La Santa Sede, sin embargo, sí difundió finalmente el mensaje, que contiene muchas respuestas a retos específicos de la Iglesia en ese país, como la pérdida de fieles hacia sectas y movimientos pentecostales, pero que puede ser perfectamente leído también como una hoja de ruta frente a la secularización en Europa o Estados Unidos.

Tampoco se difundieron imágenes del encuentro del Pontífice con el Comité de Coordinación del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano). El documento final de Aparecida, la V Conferencia del CELAM, clausurada por Benedicto XVI en 2007, ha sido, repetidas veces, citado estos días como referencia para toda la Iglesia de cara a la nueva evangelización. El entonces cardenal Bergoglio fue el coordinador de ese documento, que con toda probabilidad impregnará también su próxima exhortación postsinodal sobre la nueva evangelización.

Misionariedad

El Papa siempre ha valorado que aquel documento surgiera de abajo a arriba, de la experiencia particular de las Iglesias locales, y que el encuentro tuviera lugar en un santuario mariano y entre los fieles. «Es importante recordar el ambiente de oración generado por el diario compartir la Eucaristía y otros momentos litúrgicos, donde siempre fuimos acompañados por el pueblo de Dios», rememoró ante el CELAM.

Aparecida fue también un documento eminentemente pastoral, volcado en la praxis. «Aparecida no termina con un Documento, sino que se prolonga en la Misión continental», añadió el Papa. No se trata sólo de que la Iglesia potenciara su labor misionera, sino que toda la Iglesia, en todos sus estratos, fue impregnada de misión. «Evidentemente, aquí se da, como consecuencia, toda una dinámica de reforma de las estructuras eclesiales. El cambio de estructuras (de caducas, a nuevas) no es fruto de un estudio de organización de la planta funcional eclesiástica, de lo cual resultaría una reorganización estática, sino que es consecuencia de la dinámica de la misión. Lo que hace caer las estructuras caducas, lo que lleva a cambiar los corazones de los cristianos, es precisamente la misionariedad».

Cercanía pastoral

Para la Jerarquía, esa primacía de la misión que requieren los tiempos debe traducirse en una mayor cercanía al pueblo. «Los obispos han de ser pastores, cercanos a la gente, padres y hermanos, con mucha mansedumbre; pacientes y misericordiosos. Hombres que amen la pobreza, sea la pobreza interior como libertad ante el Señor, sea la pobreza exterior como simplicidad y austeridad de vida. Hombres que no tengan psicología de príncipes. Hombres que no sean ambiciosos y que sean esposos de una Iglesia sin estar a la expectativa de otra…», decía el Papa ante el CELAM.

«Para mí es fundamental la cercanía de la Iglesia, la Iglesia es madre –resaltaba durante la entrevista de 30 minutos concedida al programa Fantástico, de la cadena de televisión O Globo, transmitida horas después de la marcha del Santo Padre–. Ni usted ni yo conocemos a ninguna mamá por correspondencia. La mamá da cariño, toca, besa, ama. Cuando la Iglesia, ocupada en mil cosas, descuida la cercanía y se comunica solamente con documentos, es como la mamá que se comunica con su hijo por carta».

Los invitados VIP

Jóvenes voluntarios entregan folletos en la playa carioca de Ipanema

Se evangeliza con el ejemplo y en el tú a tú, «inclinándose a lavar los pies de nuestros hermanos, como hizo Jesús», explicaba el Papa, el domingo, en Copacabana. Destinatarios privilegiados de la misión de la Iglesia son los pobres y los alejados, «los que no suelen frecuentar la parroquia. Ellos son los invitados VIP», decía en la Misa celebrada el sábado con obispos, sacerdotes y religiosos. La misión –añadió– no se sostendrá por «la creatividad» humana, ni por la planificación pastoral, sino, sobre todo, por la identificación personal y comunitaria con Cristo, mediante un trato asiduo con Él en la Eucaristía y en la oración. Pero no hay que olvidar que esa identificación también implica «reconocerlo presente y abrazarlo en las personas más necesitadas». Y añadió también: «Es en las favelas –brasileñas–, en los cantegriles –uruguayos–, en las villas miseria –argentinas– donde hay que ir a buscar y servir a Cristo», dijo, citando a la Beata Teresa de Calcuta.

Con los humildes y los sencillos

La cercanía a los pobres que pide el Papa nada tiene que ver con ideologías que contaminaron el mensaje teológico en décadas pasadas en Iberoamérica, a las que se refirió implícitamente como «enfermedades infantiles». Su propuesta está, más bien, en la revaloración de la piedad popular. El modelo es el de los sencillos pescadores que, hace 300 años, encontraron la imagen de la Virgen, llamada desde entonces Aparecida. «La gente sencilla siempre tiene espacio para albergar el misterio» y acoger las sorpresas que siempre nos tiene reservadas Dios, explicó a los obispos de Brasil. «Tal vez hemos reducido nuestro hablar del misterio a una explicación racional; pero en la gente, el misterio entra por el corazón. En la casa de los pobres, Dios siempre encuentra sitio». Y añadió: «A veces perdemos a quienes no nos entienden porque hemos olvidado la sencillez, importando de fuera también una racionalidad ajena a nuestra gente. Sin la gramática de la simplicidad, la Iglesia se ve privada de las condiciones que hacen posible pescar a Dios en las aguas profundas de su misterio».

La responsabilidad de los laicos

Ahora bien, el llamamiento de Cristo a la misión se dirige a todos los bautizados, no sólo a los consagrados. «Ayudemos a los jóvenes a darse cuenta de que ser discípulos misioneros es una consecuencia de ser bautizados», pidió el Papa a sus hermanos en el sacerdocio y el episcopado. Es necesario «educarlos en la misión… Así hizo Jesús con sus discípulos: no los mantuvo pegados a Él como la gallina con los pollitos; los envió… Empujemos a los jóvenes para que salgan. Por supuesto que van a hacer macanas –disparates–. ¡No tengamos miedo! Los apóstoles las hicieron antes que nosotros. ¡Empujémoslos a salir!».

Lo mismo vale para el resto del laicado. En su encuentro con los obispos de Brasil, el Papa se refirió, en concreto, al papel de las mujeres. «No reduzcamos el compromiso de las mujeres en la Iglesia, sino que promovamos su participación activa en la comunidad eclesial», dijo.

En definitiva, el Papa quiere un laicado más maduro, en una Iglesia menos clericalizada, y, para ello, pide a los obispos que se preocupen de formar futuros sacerdotes capaces, de algún modo, de animar la misión, con la mirada puesta no tanto en el interior de las parroquias, sino en la calle. «Por esto es importante promover y cuidar una formación de calidad», les dijo a los obispos de Brasil. «No es suficiente una vaga prioridad de formación», advirtió. «Ustedes no pueden delegar esta tarea, sino asumirla como algo fundamental para el camino de sus Iglesias».