La historia puede contarse de muchas maneras. Una de ellas es entre risas. Ernesto Filardi ha escrito una comedia para la reflexión de la mano de la sonrisa. Por momentos son carcajadas, pero en esencia la sonrisa es lo que les escalará hasta el rostro y no les abandonará en eso, setenta minutos.
Sobre el escenario tres actores los que darán vida a más de setenta personajes. Desde el hombre de las cavernas, pasando por los fenicios, griegos y romanos, los árabes, franceses, españoles… Ya se saben ustedes nuestra historia, para qué enumerar.
El caso es que se trata de una comedia quizás un poco light pero necesaria en estos tiempos que corren. Uno podrá descubrir lo mucho o lo poco que hemos cambiado en tantos miles de años. Habrá quienes piensen que cualquier tiempo pasado fue mejor, aunque con solo echar un vistazo al siglo que dejamos entenderá enseguida que es cosa buena eso de que se sigan cumpliendo años y vida, mucha vida.
Lo interesante de la apuesta de Filardi es que hace un retrato bastante acertado del españolito de a pie, vamos, de nosotros mismos. Parece desalentador ver que apenas hemos abandonado ese carácter pícaro de los Siglos de Oro, o ese afán por batallar y guerrear que ahora tenemos a medias sobre el mapa. El problema de Cataluña o los feudos de Navarra sería otra herida abierta pero que, con mimo y gracia, se acaban por convertir en eso, en herencia del pasado que no se resolvió como debía… o sí.
Lo que está claro es que quienes se suben al escenario son tres actores, Carlos Fapresto, Luna Paredes y Javi Ródenas, que se las ingenian desde la sencillez y la ternura para entrar y salir, entrar y salir, entrar y salir del escenario para divertirse. Y eso es lo que buscan, está claro. Lo que sucede es que, por momentos, uno siente que hay partes de la historia que se extrañan, o bien, que sin querer se nos reduce a bárbaros o tontos —que no sé qué es peor—, pero siempre españoles.
Me resulta divertida la lección. Es cierto que somos el resultado de perversiones del poder y de la lucha, pero no menos cierto es que también sabemos reírnos y de lo lindo. Ya saben que la historia puede contarse de muchas maneras y si es desde la risa, mejor que mejor.
Yo salí esperanzada del teatro. Me gustó verme reflejada y me agradó reconciliarme con el género humano, ese que tan alejado está a veces de nosotros mismos pero que también es capaz de sobreponerse. No dejen que me ponga sentimental ni filosófica, la obra no da para eso. Simplemente es una excusa, con gracia y ritmo —no lo duden— para enfrentarnos a nuestra historia, por si alguno la desconoce. También es una oportunidad para rellenar lagunas en la conciencia, porque uno ya se sabe que a veces selecciona y omite aquello que verdaderamente importa.
Sin querer abrir heridas ni descolgar puentes, Historia de España en 70 minutos es una pieza simpática para pasar un buen rato, pero solo eso. Alguno se enfadará y a lo mejor alguien se ofende. Si creen que puede pasarle a ustedes mejor no vayan al Muñoz Seca, es una obra apta para críticos y para humoristas, más para lo segundo —créanme—.
Porque sí —no lo duden— siempre se construye más si aprendemos a saber quiénes somos, a dónde vamos y de dónde venimos. Y si encima lo recordamos con una sonrisa, mejor que mejor.
★★★☆☆
Teatro Muñoz Seca
Plaza del Carmen, 1
Sol
Miércoles a las 18 horas