La «guerra mundial a pedazos» se transforma en «un verdadero conflicto global»
Sudán supera ya los siete millones de desplazados mientras los armenios de Nagorno Karabaj se enfrentan a un futuro incierto tras la disolución de sus instituciones y Myanmar se estremece ante una fuerte ofensiva de los rebeldes
«80 años después, el empuje de aquella “renovación profunda”» que supuso el final de la Segunda Guerra Mundial «parece haberse acabado», lamentó el Papa Francisco el pasado 8 de enero durante su discurso ante el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. «El mundo está siendo atravesado por un creciente número de conflictos que lentamente transforman lo que he definido muchas veces como “tercera guerra mundial a pedazos” en un verdadero y propio conflicto global». En la larga lista citada, junto a las mediáticas guerras en Tierra Santa y Ucrania, citó muchos otros que si en algún momento coparon portadas, hoy han caído en el olvido.
«El conflicto en Sudán está causando una verdadera tragedia», lamenta desde Eritrea el nuncio en ambos países, Luis Miguel Muñoz Cárdaba. «Los combates continúan, de modo particular en la capital, Jartum, y en Darfur, Kordofán y Gezira, el granero del país», del que los rebeldes de las Fuerzas de Apoyo Rápido acaban de tomar el control. Aprovechando esta ventaja su líder, Mohamed Hamdan Daglo, finalizó el 4 de enero una gira regional para recabar apoyos de cara a la negociación de un alto el fuego. Coincidiendo con ella, los obispos de Sudán y Sudán del Sur hicieron pública el 26 de diciembre una declaración instando a la comunidad internacional a intensificar sus esfuerzos para poner fin a la violencia.
Con 7,3 millones de desplazados según la ONU, «se habla de la mayor crisis migratoria de niños en el mundo en los últimos años». Además, «la mayoría de hospitales en zonas de conflicto están inoperativos». Para agravar más la situación, «la ayuda humanitaria internacional tiene muchas dificultades para llegar» a las zonas afectadas, describe el nuncio. Por eso, explica, los obispos creyeron necesario pronunciarse «para que el mundo no olvide» al país. «Es preciso presionar y, por supuesto, rezar para que la comunidad internacional pueda conseguir al menos treguas temporales» y corredores para llevar apoyo.
El 1 de enero era la fecha fijada para la disolución de las instituciones de Nagorno Karabaj, la región de Azerbaiyán poblada por armenios hasta su rendición en septiembre. Sin embargo, al acercarse la fecha, sus líderes sembraron la incertidumbre con declaraciones negando su extinción. En cualquier caso el coronel José Ignacio Castro Torres, analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos, considera que Nagorno Karabaj ya desapareció «a todos los efectos». Tras la huida de sus habitantes —en la imagen—, «todas las tierras fértiles han sido colonizadas por empresas ligadas a las oligarquías» de Azerbaiyán. Los karabajíes tampoco cuentan con el apoyo del Gobierno de Armenia, que negocia un acuerdo de paz con Azerbaiyán y no los reconoce como ciudadanos —a pesar de tener pasaporte armenio— sino como refugiados con protección especial temporal.
Esta actitud ha agravado el enfrentamiento entre la Iglesia apostólica armenia y Ereván. Por primera vez en décadas, la televisión pública no emitió el mensaje de Nochevieja del patriarca Karekin II, en el que denunciaba «la ocupación y despoblación de Artsaj» —de la que culpa al Gobierno— e invitaba a que «nunca decaiga» la esperanza del regreso. Por otro lado, la semana pasada, Estados Unidos incluyó a Azerbaiyán en su lista de países en observación en lo que se refiere a la libertad religiosa, entre otras razones por la amenaza al patrimonio cristiano de Nagorno.
Al menos 15 personas, entre ellas varios niños, murieron el pasado domingo en un ataque de la Junta Militar de Myanmar contra dos iglesias en Khampat (estado de Sagaing). Según afirmaron fuentes locales que pidieron anonimato, un caza birmano lanzó varias bombas sobre los edificios y, después, sobre la gente que huía. Lo ocurrido, a menos de un mes del tercer aniversario del golpe de Estado en el país, se enmarca dentro del recrudecimiento de los enfrentamientos desde que, en octubre, comenzó en el norte del país la Operación 1027. Esta ofensiva de tres grupos rebeldes unidos en la Alianza de la Hermandad ya ha conseguido conquistar 25 ciudades, como la estratégica Laukkai, en el estado de Shan.
En contrapartida la capital del estado de Kayah, Loikaw, una ciudad de mayoría cristiana, sigue dividida en dos desde que el 26 de noviembre la atacase el Ejército birmano. Los militares tomaron posesión de la catedral de Cristo Rey para utilizarla como base militar y el obispo, Celso Ba Shwe, se vio obligado a huir a una zona rural. Desde allí envió un mensaje de Navidad a sus feligreses. La embestida rebelde se ha extendido por el norte y por otras zonas del país con la adhesión de más milicias étnicas. Como consecuencia, 660.000 personas se han visto obligadas a huir de sus hogares, según la ONU.