«La gente mayor ha construido esta iglesia»
Nuestra Señora de Moratalaz, un barracón en sus orígenes, está muy ligada a las misiones y las comunidades de vecinos del barrio
En 1961, seis años antes de que se finalizara el templo y el arzobispo Casimiro Morcillo lo consagrara, la parroquia de Nuestra Señora de Moratalaz era un barracón como tantos del sur de Madrid. «La gente mayor tiene la idea de que ellos han construido esta iglesia porque tenían una suscripción que iban pagando todos los meses y ahora sienten la parroquia como suya», explica José María Oviedo, párroco actual de esta iglesia proyectada en madera y hormigón por el arquitecto José Antonio Domínguez con la idea de «cambiar la estética de las parroquias tras el Concilio Vaticano II».
Oviedo busca entre unos cajones y saca un amarilleado libro con recortes de periódicos y partidas de Bautismo. Nos enseña la carta de una constructora ya desaparecida que levantó casi todo el barrio y cedió diez parcelas para las parroquias que hoy lo vertebran. «Al presentar estas iglesias, deseamos mostrar nuestro sincero intento de cubrir las más altas necesidades espirituales y sociales de los barrios construidos en Madrid por nuestra empresa», dice la nota.
Con tal origen, no es de extrañar que Nuestra Señora de Moratalaz haya sido un punto clave en la vida del barrio. Está abierta de 9:30 horas hasta las 23:00 horas y en sus locales se reúnen una vez al mes las comunidades de vecinos de alrededor. Solo tiene una Misa diaria porque «venía poca gente y apostamos por juntarla». Aun así, algunos de sus feligreses la rondan todo el día. «En el terreno de la parroquia tenemos una explanada con bancos donde en invierno da el sol, viene mucha gente mayor y por las mañanas se reúne aquí para hablar», nos explica Luis Filipe Rodrigues, ordenado sacerdote hace cuatro meses y quien ha servido dos años como seminarista y diácono aquí. El tercer cura que solía estar, Javier Moya Ripoll, acaba de marcharse de misiones al Caribe hace 15 días.
Es otra de las señas de identidad de esta parroquia. Aunque está integrada en el tejido del barrio, siempre tiene un pie fuera. «Colaboramos todos los años con la Sociedad de Misiones Africanas y elegimos un proyecto que sacamos adelante», detalla José María Oviedo. La iniciativa está normalmente en Benín, donde la congregación tiene mayor arraigo. Les ayudan a conseguir su objetivo los alumnos de Infantil, Primaria y Secundaria del colegio diocesano que comparte nombre con esta iglesia y de la que el párroco es director titular. El terreno y los edificios del centro educativo —una vez más— provienen de una constructora que levantó allí un piso piloto y, una vez vendió toda su promoción, lo cedió.
Anexo al propio templo, el recinto de esta parroquia también cuenta con la sede madrileña del Movimiento Scout Católico, del que José María Oviedo es consiliario general. Explica que antaño el local «era una residencia para religiosas y comunidades del seminario de Madrid, que estaban distribuidos por barrios». Sin embargo, debido a cambios organizativos y la reducción en el número de vocaciones, el edificio tiene ahora un nuevo uso. Aparte de como lugar de reunión para estos jóvenes, dispone de un hostal con 78 camas «para gente de todas partes». Normalmente, colegios de provincias que vienen de visita a Madrid.
Pero quizá uno de los rasgos más significativos de Nuestra Señora de Moratalaz es que «nos gusta mucho la fiesta». Por lo que su explanada es famosa por, como explica Luis Filipe Rodrigues, «las paellas o chocolatadas que hacemos». Tienen varias al año durante Navidad, carnaval, el domingo siguiente al de Pascua y el mes de mayo en honor a la Virgen. «La idea es que puedan ser un punto de encuentro del barrio», detalla José María Oviedo, quien destaca que, debido al origen extremeño de sus vecinos, existe una tradición ininterrumpida de ofrecer migas a cualquiera que se acerque a estas celebraciones.