La fundación para la paz que nació cuando los misiles soviéticos apuntaban a Zaragoza
Seipaz nació hace 40 años cuando a algunos de sus ponentes los mataba la banda terrorista ETA. Su mirada abarca los conflictos internacionales «y las paces de cada día»
Este jueves se presenta en Zaragoza el libro Cuarenta años, conmemorativo de las cuatro décadas de labor del Seminario de Investigación para la Paz (Seipaz), una alianza entre la Compañía de Jesús y las administraciones públicas de Aragón con el objetivo de investigar para la paz en sus múltiples facetas. «Debemos hacernos conscientes de que la paz no solo es necesaria, sino que es posible», afirma su directora, María Jesús Luna.
¿Cuál es la labor de Seipaz?
Somos un centro dedicado a la investigación para la paz, no sobre la paz. Eso quiere decir que tenemos una intención proactiva de contribuir a la construcción de la paz y que nuestros estudios de paz, que no son 100 % académicos, porque tienen ese carácter también divulgativo, contribuyan a movilizar a las personas y proporcionarles herramientas para que puedan contribuir a la paz ahí desde donde se encuentren. Esto lo hacemos a través de la investigación colectiva y del diálogo y la reflexión conjunta, además de actividades de formación y propuestas para centros educativos, por ejemplo.
¿Su labor se centra en España o también abarca una mirada internacional?
La paz, como dice Jesús María Alemany, es indivisible, en un fenómeno a nivel mundial y también local y cercano. Tenemos una mirada hacia los conflictos internacionales, que por supuesto nos interesan y nos preocupan mucho, y otra hacia lo que llamamos las paces de cada día, que tienen que ver con la convivencia, el clima educativo, el diálogo y el encuentro, en definitiva todo lo que pueda contrarrestar la polarización, y aquí se incluye la opción por el diálogo interreligioso.
Hace 40 años, al menos en el contexto español, la actualidad estaba muy dominada por la actividad de ETA.
Sí, pero el seminario está más relacionado con la segunda Guerra Fría, la crisis de los misiles y la amenaza que esto suponía, porque en Zaragoza había una base militar norteamericana y había un movimiento pacifista muy potente en la ciudad, ya que había misiles soviéticos apuntando a Zaragoza.
Luego hemos tratado todas las violencias, las del terrorismo de ETA también, y de hecho algunos de los ponentes que teníamos previstos para intervenir en alguno de nuestros actos murieron por el ataque terrorista de ETA días antes. Es un tema que hemos tratado, como el del terrorismo islámico u otros de carácter internacional.

40 años después, ¿en el mundo en general estamos mejor o peor?
Es una pregunta complicada. Hay quien piensa que esto de la paz es cosa de ingenuos, de ilusos, y que lo que hay que hacer es armarse hasta los dientes, aunque no se sabe muy bien para qué.
En estos años ha habido avances importantes en muchos aspectos, en derechos, en legalidades internacionales que se han consolidado, tratados, acuerdos internacionales…
¿Alguna tarea pendiente?
Hay dos cuestiones especialmente graves desde nuestro punto de vista. Una es el deterioro del multilateralismo, porque hubo un momento en el que Naciones Unidas cumplió un papel y ahora asistimos a su descrédito. El otro es la parálisis y la desmovilización que hay entre la ciudadanía porque en otros momentos, como pasó con la guerra de Irak, conflictos como el de Gaza ya habrían generado una respuesta diferente. Ahora hay una desmovilización muy preocupante.
Hay un gran problema, y es que la paz no es noticia, solo es noticia la violencia. Por eso no se reconocen todas las contribuciones y las herramientas que se han puesto en marcha. Por ejemplo, en el proceso de paz de Colombia, la reconciliación en Ruanda, la superación del apartheid en Sudáfrica… Tampoco se valoran experiencias y herramientas como la mediación, la comunicación no violenta, la justicia restaurativa…
A nivel individual, una persona en su vida diaria, ¿qué puede hacer para trabajar por la paz? Es una de las bienaventuranzas, por cierto.
Puede hacer muchas cosas. Lo primero, hacerse consciente de que la paz no solo es necesaria, sino que es posible. Y que nosotros estamos dotados de capacidades y competencias para el diálogo, para el acuerdo, para hablar, para el entendimiento, para el conocimiento mutuo. Todos los conflictos acaban en una mesa de negociación al final.