«La falta de comunión provoca que la gente no comprenda algo tan sublime como es el Evangelio»
Este domingo se celebró el primer acto de la Comisión por la Comunión del Arzobispado de Madrid. «Queremos pasar la antorcha encendida de la comunión por toda la diócesis»
El Centro de Pastoral Social Santa María del Fontarrón acogió este domingo 18 de marzo, a las 18:00 horas, una vigilia de oración organizada por la recién creada Comisión diocesana por la Comunión del Arzobispado de Madrid.
El acto estuvo presidido por el obispo auxiliar de Madrid, monseñor José Cobo, que en su intervención aseguró que «vivimos entre signos de no comunión», pero con iniciativas como esta «estamos sembrando un sacramento de futuro en la tierra de hoy». En este sentido, invitó a todos a «abrir el corazón», a «encender la antorcha en cada uno» y a «sembrar espacios de comunión», especialmente «en las comunidades de procedencia, entre la familia y los vecinos».
Prender la comunión por la diócesis
Se trata de la primera iniciativa pública de la Comisión desde que se constituyera el 25 de octubre de 2017. A esta primera vigilia, realizada en la vicaría cuatro, le seguirán de momento otras dos, una el 13 de mayo en la vicaría dos y otra el 10 de junio en la vicaría tres.
«La comunión está latente, parece que está apagada, pero si rascas un poco te das cuenta de que está viva porque es inherente al cristiano. En nosotros, la comunión se ha convertido en una llama y, con estas vigilias de oración, queremos pasar la antorcha encendida de la comunión por toda la diócesis, vicaría a vicaría», explica el responsable de la comunión, el sacerdote Antonio García Rubio, a Alfa y Omega.
¿Por qué la gente no cree?
Para este cura diocesano de Madrid, la unidad es de vital importancia en la Iglesia Católica. Fundamenta sus palabras en el pasaje evangélico en el que «Jesús dice: “la gente creerá cuando vosotros seáis uno”. En este sentido nos podemos preguntar “¿por qué la gente no cree?”. Pues a veces la gente no cree porque no nos ve unidos, no nos ve coherentes, estamos divididos».
Asimismo, García Rubio advierte de que «estamos divididos en muchísimas iglesias. Dentro de una misma iglesia estamos, a su vez, divididos en muchísimos grupos. Dentro de los grupos también hay, a veces, divisiones profundas, hay muchos egos que saltan y se ponen en cabeza. Todo esto es muy humano, pero a la hora de la verdad provoca que la gente no comprenda algo tan sublime como es el Evangelio del Señor».
Una comisión representativa y laica
La Comisión diocesana por la Comunión comenzó a gestarse en julio de 2015 cuando en el Seminario Conciliar de Madrid se celebró un encuentro de oración y trabajo para diseñar una hoja de ruta, o por lo menos proponerla, que llevara a la diócesis a vivir realmente una espiritualidad de comunión. A aquella primera cita, organizado por Vicente Morales —del grupo musical Brotes de Olivo— y auspiciada por monseñor Carlos Osoro, acudió el propio García Rubio así como una veintena de personas más de diferentes movimientos y sensibilidades eclesiales. Participó también —y tomó nota de las intervenciones— el vicario de Pastoral Social e Innovación, José Luis Segovia.
Paralelamente, «en los grupos del Plan Diocesano de Evangelización se planteaba de una y mil maneras el tema de la comunión. Nos dimos cuenta de que la gente anhelaba la comunión, que no solo era una inquietud nuestra», explica Antonio García Rubio.
En la actualidad, la Comisión está formada por 14 personas. Hay seis mujeres —de las cuales cinco son laicas y una es religiosa—, cinco hombres laicos y tres sacerdotes. «El arzobispo ha procurado que la comisión sea muy representativa de las distintas formas de estar en la Iglesia, y ha querido respetar mucho esa Iglesia laical. Hay un empeño fuerte en no clericalizar esto», concluye el responsable de la comisión.
Al igual que de la misión (al fin y al cabo, sin comunión no hay misión), el déficit de comunión eclesial (en la Iglesia universal, en el de las diócesis, en las parroquias y en todos los grupos eclesiales), se muestra ciertamente en algunos pecados de comisión, pero sobre todo se muestra en los pecados de omisión: desde una palabra de apoyo, de reconocimiento, de felicitación, al final no pronunciada por timidez o vergüenza, hasta una llamada por teléfono que nunca se llegó a hacer para contar con alguien en un grupo o en un equipo de trabajo, que aportaría mucho a su pluralidad y diversidad, por miedo a ser interrogado por esa elección o por comodidad, ya que siempre es más cómodo un grupo homogéneo, aunque en él le dejemos poco margen el Espíritu Santo cuyo soplo no se limita ni a una sola dirección ni a un solo sentido.
Luego vienen los pequeños o grandes pecados de comisión contra la comunión: Desde una critica (primero pensada y luego expresada) sobre una persona o una realidad eclesial, hasta el desplante, cuando llega al enfrentamiento, ante un hermano o una comunidad de hermanos. Desde un prejuicio fijo, inamovible, estereotipado, con respecto a una realidad eclesial -de la que quienes tienen la gracia específica para ello ya se ocuparon de discernir y de reconocer como familia eclesial-, hasta la provocación de grandes divisiones, que siempre producen grandes heridas, que con el tiempo se vuelven cada vez más difíciles de curar.
Pero gracias a Dios todos los días en la Iglesia se realizan miles y miles de gestos, unos heroicos, otros sencillos, que fortalecen la comunión, porque apuestan por la unidad en la diversidad, porque nos libran de la permanente tentación de la uniformidad. Ahuyentando prejuicios, escuchando, aunando, y amando el carisma, el estilo, el don del otro, aún más que el propio.