La dura batalla entre el maquillaje y la realidad - Alfa y Omega
Los jugadores iraníes no cantaron su himno en el partido contra Inglaterra. Foto: Reuters / Marko Djurica.

Mientras millones de niños y jóvenes se despedían alegres de las aulas para las vacaciones de Navidad, llegaban a través de las redes vídeos de estudiantes afganas llorando desconsoladas al saber que no podrán volver a la universidad. Es la secuela de la prohibición de que hagan estudios secundarios. Pero no por ello deja de ser un varapalo en contraste con el cauto optimismo que se extiende por el vecino Irán.

El país de los ayatolás lleva tres meses de protestas por la muerte de la joven Mahsa Amini a manos de la Policía de la moral por no llevar bien puesto el hiyab. Con la sensación de que ya no hay marcha atrás, amplios sectores se han sumado a un movimiento que, partiendo de los derechos de las mujeres, pretende ser una enmienda a la totalidad al régimen. La imagen cada vez más frecuente de melenas al aire en calles y bazares señala un momento potencialmente histórico. Solo el tiempo lo dirá. De momento el Gobierno ha respondido con una represión que ha dejado casi 500 víctimas mortales y dos jóvenes ejecutados.

Las protestas se dejaron ver también sobre el césped y las gradas del Mundial de Catar, a pesar de los intentos de disimularlas. La gran cita del fútbol se convirtió en un portentoso ejercicio de maquillaje. Los llamamientos al boicot tuvieron escaso eco, mientras las familias de los 6.500 trabajadores muertos no recibirán compensación alguna. Queda el consuelo de que al menos han quedado en evidencia la utilización del fútbol para blanquear las violaciones de derechos y la compra de silencios y apoyos a golpe de talonario.

Podría ser peor. Estos países podrían ser como Myanmar. Con mucha menos repercusión, la Junta ha retomado las ejecuciones por primera vez desde 1988. Se suman a los 2.640 muertos en la represión de las protestas contra el golpe de Estado de 2021, y a las víctimas de la guerra. Personas como el maestro Saw Tun Moe, asesinado y expuesto a la vista de sus alumnos. O los once niños muertos en el bombardeo a su colegio en Tabayin. Tampoco ellos salieron de clase estos días con dibujos o gorros de Papá Noel.