«El levantamiento iraní no es político sino existencial» - Alfa y Omega

«El levantamiento iraní no es político sino existencial»

La escritora iraní Azar Nafisi considera que las recientes ejecuciones en Irán han condenado a la república islámica a desaparecer. «En un régimen absolutista no puedes hacer una reforma pequeñita»

Rodrigo Moreno Quicios
Una mujer sostiene un cartel contra las ejecuciones en Irán, en México el 19 de diciembre. Foto: AFP / Pedro Pardo.

A Azar Nafisi las dos últimas ejecuciones públicas en Irán le «rompen el corazón». Pero con el corazón herido tiene ahora la esperanza que no tenía en 1979, cuando se produjo la revolución islámica. «Cuando veo las imágenes de las protestas me siento enfadada y en duelo por la violencia que el régimen está usando contra gente inocente. Pero al mismo tiempo me hace sentir ilusionada de que esta vez suceda algo diferente y que la gente no se conforme con una reforma», cuenta a Alfa y Omega.

La autora de Leer Lolita en Teherán, exiliada en Estados Unidos desde 1997 por su negativa a llevar hiyab en la universidad, acaba de pasar por Roma para participar en el evento literario Più Libri Più Liberi. Considera que las ejecuciones de los jóvenes Mohsen Shekari y Majid Reza Rahnavard por participar en las protestas contra el Gobierno han provocado que los iraníes ya no se conformen con un cambio superficial. «Ha llegado un punto en el que su revolución no es solamente por una reforma. En un régimen absolutista no puedes hacer una reforma pequeñita».

Azar Nafisi insiste en que «el levantamiento de los iraníes no es político sino existencial». «Yo, como miles de mujeres iraníes, protesto contra el hiyab y la república islámica en su totalidad para recuperar nuestra identidad perdida y confiscada». Y reivindica el eslogan de estas protestas: Mujeres, vida y libertad. «Las mujeres somos cruciales porque somos el primer símbolo del cambio de actitud hacia el régimen y eso les preocupa. Por eso usan tanta violencia, porque están asustados».

«El régimen desde el comienzo de la revolución apuntó a tres grupos: mujeres, minorías y quienes se dedican a la cultura. Ahora esas víctimas han salido a la calle y están pidiendo derechos»
Azar Nafisi
Escritora

En los últimos años Irán ha sido uno de los países que más ha matado bajo la supervisión del Estado. En septiembre, la joven kurda de 23 años Mahsa Amini murió a causa de una hemorragia cerebral provocada por los golpes de la Policía de la moral al detenerla por llevar mal puesto el velo. Este asesinato sirvió como catalizador de un levantamiento popular por la libertad cuya represión ya ha costado la vida a 400 manifestantes, entre los que hubo menores.

Marco Gnavi, responsable de las iniciativas de la Comunidad de Sant’Egidio por la abolición de la pena de muerte, considera que el asesinato de manifestantes y las ejecuciones «reflejan las grietas y las dificultades que tiene el Estado para gestionar en el interior las posiciones de desacuerdo o el debate que están legitimados y tienen motivaciones válidas». «Ojalá las presiones internacionales abran los ojos ante estos episodios y que la mano del verdugo pare», pide Gnavi.

Según Afisi, el régimen es incapaz de cualquier solución negociada al descontento «porque desde el inicio su respuesta a cualquier forma de crítica ha sido la violencia». «Ese es el único lenguaje que entiende, y por esa razón los iraníes no ven futuro en este régimen», opina. Está convencida de que «aunque el Gobierno arreste a los líderes políticos y desmantele sus organizaciones, no los pueden matar a todos. En algún momento esta violencia tendrá que acabar».

Ser minoría religiosa en Irán

Según las últimas estadísticas gubernamentales, los cristianos tradicionales armenios y asirios en Irán suman 117.700 personas. Aunque otras fuentes multiplican esta cifra por ocho, los 800.000 fieles siguen sin llegar al 1 % en este país de 84,3 millones de habitantes. El recrudecimiento de la represión ha provocado que sitios web de referencia para los cristianos, como Article18, difundan mensajes de líderes católicos recomendando «no involucrarse en las protestas».

Pero en un contexto tan represivo es difícil identificar el grado de genuinidad de este tipo de mensajes. Yonathan Betkolia, líder de la Sociedad Asiria de Teherán, enuncia en la agencia de noticias Isna las presiones de los servicios de inteligencia a los «representantes cristianos, obispos y sacerdotes» para que disuadan de participar en cualquier protesta.

«La situación de las minorías religiosas es terrible», cuenta Azar Nafisi. La escritora recuerda que «al llegar la república islámica, hubo gente que se convirtió a otras religiones, como el cristianismo, y esto molestó mucho al régimen». Esta protesta contra el integrismo llevó a que el Gobierno «persiguiera las religiones en el país para evitar que más gente se les uniera». «Ahora que la violencia ha llegado a este pico, todo el mundo está preocupado», confiesa.

Pero a pesar de la preocupación, Azar Nafisi sigue alimentando la esperanza. «El régimen desde el comienzo de la revolución apuntó a tres grupos: mujeres, minorías y quienes se dedican a la cultura. Ahora esas víctimas han salido a la calle y están pidiendo derechos. Que hayan decidido quitarse el hiyab es el signo más obvio del fracaso del Gobierno».