La desmesura del amor - Alfa y Omega

La desmesura del amor

Lunes de la 11ª semana de tiempo ordinario / Mateo 5, 38-42

Carlos Pérez Laporta
Ilustración: DALL.E.

Evangelio: Mateo 5, 38-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas».

Comentario

«Ojo por ojo, diente por diente». Aunque no nos lo parezca de entrada, la ley del talión es un avance jurídico y cultural: limita la venganza, estableciendo una proporción entre el daño sufrido y el castigo a infringir por ello. Con ello se evita una escalada en la violencia. La medida de la justicia contiene a la desmedida de la venganza. En ese sentido, son muy importantes las medidas de las penas jurídicas: si son adecuadas, contribuyen a evitar la sensación de injusticia y la sed de venganza individual; cuando la proporción no es suficiente para contener, al menos en parte, la sensación de injusticia, las sociedades corren un grave riesgo.

Sin embargo, Jesús pretende establecer otro principio, que está más allá de toda justicia: Jesús pretende contener el exceso de violencia con el exceso de amor. La desmesura con desmesura: «Yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas».

Estas máximas no podrían regir la justicia de un Estado. Tan solo pueden funcionar en el Reino de los Cielos. Porque allí la justicia no es una medida objetiva, sino la relación con Cristo: «Yo os digo». Solo por su palabra puede apagar la sed de venganza. Porque su palabra es la justicia. Porque su voz es la que repara toda injusticia. Porque solo la relación Cristo nos restituye todo lo que nos falta. Solo quien ha sido amado por Cristo vive de la justicia plena.