La debilidad redentora - Alfa y Omega

Algunas corrientes de pensamiento han insistido en que el ser humano es capaz de todo, es fuerte, autónomo e incluso puede alterar, para bien o para mal, el clima. Sin embargo, la historia y la vida cotidiana nos revelan una perspectiva diferente. Todavía convivimos con una extraña epidemia cuyo origen sigue sin esclarecerse. Cuando Cristo hablaba de los niños o del samaritano que atiende a un hombre que ha sufrido una paliza, no pretendía mostrar, precisamente, un modelo humano similar a los titanes griegos. Tullidos, ciegos, menesterosos, viudas, toscos pescadores de un mar interior. Son protagonistas del Evangelio. Algo que siglos más tarde sublevaría a Friedrich Nietzsche, promotor o profeta del superhombre.

Al contemplar al hombre como un ser frágil, vulnerable, sujeto a padecimiento y dolor, se puede construir una civilización compasiva. Cuando se evita observar las llagas humanas, se puede caer en lo que Francisco denomina «la cultura del descarte». Este es, en parte, el punto de partida del grupo de investigación académica Vulnerabilitas: la persona y la protección de los débiles, de la Universidad CEU San Pablo. Bajo la dirección de Alejandro Rodríguez de la Peña y Juan Ignacio Grande Aranda, esta iniciativa analiza la debilidad y discapacidad de hombres y mujeres de toda época y condición. Colaboran en esta área historiadores y juristas, expertos en inteligencia artificial y en bioética. Y, fruto de sus estudios, han celebrado los días 25 y 26 de este mes de abril su I Congreso sobre Vulnerabilidad.

Han participado coordinadores de voluntariado, como Jesús Robledo, personas que se dedican a la atención de enfermos terminales, además del presidente de Cáritas, Manuel Bretón. También se ha disertado sobre hechos históricos, como la eugenesia en Estados Unidos o la violencia que podían padecer los niños en la Antigüedad. Profesores de universidad han expuesto cómo el cristianismo ha transformado la percepción social de la mujer, los niños, los impedidos, los huérfanos, los ancianos. Cómo el modelo cristiano de civilización compasiva fundamenta la dignidad de todas las personas. Porque, citando a Saulo de Tarso, Dios no hace acepción de personas: iguales son a sus ojos la mujer y el hombre, el rico y el pobre, el sano y el moribundo.