El Papa Francisco ha desarrollado una visión clara y completa sobre la migración, basada en los principios de la fe cristiana y la enseñanza social de la Iglesia católica. Su enfoque se ha consolidado a lo largo de su pontificado, a través de encuentros directos con migrantes y refugiados y de documentos de enorme relevancia como la encíclica Fratelli tutti, destacando la importancia de un modelo más humano para abordar los desafíos a los que se enfrentan migrantes, refugiados, desplazados y víctimas de la trata, tanto en sus países de origen como en las peligrosas rutas o en el país de destino.
Desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco ha instado a la Iglesia católica a acompañar a todas las personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares. En febrero de 2017, en el Foro Internacional sobre Migración y Paz celebrado en Roma, el Papa dijo que la respuesta a la crisis migratoria debe ser compartida entre la comunidad política, la sociedad civil y la Iglesia y propuso que esta respuesta debe estar basada en cuatro acciones fundamentales: acoger, proteger, promover e integrar.
El primer principio, acoger, implica facilitar la entrada segura y legal de los migrantes y refugiados en los países de destino. En su mensaje para la Jornada Mundial del Migrante 2018, el Papa subrayó la importancia de ofrecer opciones más amplias para que los migrantes y refugiados puedan ingresar de manera segura y legal, lo que incluye la simplificación del proceso de concesión de visados humanitarios y de reunificación familiar. Para el Santo Padre, la migración representa una oportunidad de justicia, solidaridad y fraternidad, más que un problema a resolver.
El segundo principio, proteger, se centra en garantizar los derechos básicos de los migrantes, independientemente de su estatus legal. El Papa explicó repetidas veces que esto implica proporcionar información fiable antes del viaje, velar por la seguridad de los más vulnerables —en especial los niños— y luchar contra el tráfico de personas.
El tercer principio, promover, se relaciona con el desarrollo humano integral. Para el Papa Francisco, cada persona tiene derecho a desarrollarse plenamente en todas las dimensiones de la vida, tanto individual como socialmente. El desarrollo debe garantizarse mediante el acceso equitativo a los bienes esenciales y oportunidades de crecimiento a través de la educación, el empleo y la participación en la sociedad, al mismo tiempo que se fortalecen las comunidades de acogida.
El cuarto principio, integrar, se refiere a la importancia de crear sociedades cohesionadas e interculturales. Según el Papa Francisco, la integración no debe ser entendida como asimilación forzada, sino como un proceso de aprendizaje mutuo en el que tanto migrantes como comunidades de acogida contribuyen con su cultura y valores. El Papa insistió en la necesidad de fomentar una cultura del encuentro, promoviendo espacios de intercambio intercultural y difundiendo buenas prácticas de integración.
El legado del Papa Francisco es local y global: la migración es un fenómeno complejo, donde las políticas y respuestas deben ser justas, comprensivas y adaptadas a la realidad de cada contexto. En esta línea, ha reforzado la respuesta de las Iglesias locales, haciendo hincapié que el verdadero impacto de las iniciativas debe medirse en términos de su efectividad para mejorar la vida de las personas, asegurando que las políticas migratorias incluyan objetivos claros y mecanismos de seguimiento.
Siguiendo la visión del Papa Francisco, la Iglesia católica se dedica a la promoción de políticas más humanas y a la construcción de una «casa común» donde todas las personas, sin importar su origen o estatuto legal, puedan vivir con dignidad y esperanza, todos como hermanos y hermanas.