La corrección política «mata la razón y el espíritu»
Concluye el 23 Congreso Católicos y Vida Pública con una fuerte llamada a defender «una sociedad y una política abiertas a la trascendencia» frente al «conglomerado ideológico buenista que sustituye a la religión tradicional»
«Una pandemia recorre el mundo, la pandemia de la corrección política»: así empieza el manifiesto con el que ha concluido el 23 Congreso Católicos y Vida Pública celebrado en Madrid este fin de semana, organizado por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y la Fundación Universitaria San Pablo CEU.
«Hay pandemias terribles que atacan el cuerpo y que provocan dolor y muerte, como la que viene golpeándonos de un modo más o menos cercano. Pero también hay otro tipo de pandemia que ataca las ideas, las libertades y el espíritu», añade el manifiesto en referencia a un fenómeno «que resulta de la cancelación política y de la represión de las libertades».
La corrección política es «un movimiento ideológico que ha sido calificado como dictadura intolerante», o «un nuevo totalitarismo» que es al mismo tiempo «líquido y blando», y que «mata el intelecto libre y el espíritu».
Sobre todo, este fenómeno «no solamente busca expulsar el fenómeno religioso o sus valores éticos del ámbito público, como en el viejo laicismo», sino también de la esfera privada, «atacándolo en el fuero íntimo de las conciencias, las familias, los colegios, las iglesias, la economía, el ocio, el lenguaje y los gestos».
Apoyándose en referencias culturales como las novelas Fahrenheit 451, Un mundo feliz, 1984, El señor del mundo o la película Matrix, el texto denuncia la supresión de las humanidades, «sustituidas por una omnipresencia de pantallas electrónicas», así como «la subversión de la sexualidad y la reproducción», el control del pasado histórico o el «conglomerado ideológico-religioso buenista que sustituye a la religión tradicional».
El origen de todo ello es «el marxismo histórico y cultural», complementado «con una lucha de géneros y sexos, y con una lucha de razas», junto a «ciertos elementos procedentes de un liberalismo progresista que se autojustifica en aras de una tolerancia y respeto hacia determinadas minorías».
Ante todo ello, «es necesario ser activos o proactivos tanto en la defensa como en la construcción de una civilización del amor». Eso se concreta en un «sí a las libertades civiles», que proteja «la libertad religiosa e ideológica, la libertad de expresión, la libertad de cátedra y de enseñanza».
En este sentido, «el entorpecimiento del libre ejercicio y manifestación de la fe en el ámbito público —a través de símbolos o de fiestas— bajo capa de protección de otras minorías religiosas o de la no confesionalidad, atenta contra el derecho humano y fundamental a la libertad religiosa», señala el manifiesto.
Sobre la libertad de enseñanza, el texto recuerda que «la primera instancia educativa son los padres, que tienen el derecho y patria potestad sobre la educación de sus hijos, siendo el Estado un agente subsidiario». Junto a ello, las instituciones educativas religiosas no deben «diluir» su ideario ni «doblegarse ante exigencias ideológicas que atenten contra sus principios».
«La abolición de Dios que viene promulgando el secularismo y que está en la raíz de la corrección política provoca la abolición de lo humano», concluye el manifiesto, por lo que es preciso defender «una visión de la sociedad y de la política abierta a la trascendencia y que tiene como referente último a Dios».