Asegura en estas páginas el arzobispo de Madrid, José Cobo, quien será creado cardenal el próximo sábado en Roma, que, de lanzar un mensaje el Papa con su «ascenso meteórico» —expresión no pocas veces repetida cuando pronuncian su nombre locales y foráneos—, este sería que «Francisco está cambiando equipos» para implementar las líneas de su pontificado. Y estos equipos, según Cobo, pasan por aplicar la sinodalidad, no solo en el papel, sino en la práctica. Para los que no piensan que eso del Sínodo «es cosa de Roma» y están abriendo el oído y el corazón a lo que el Espíritu sopla aquí y ahora, esto supone promocionar al laicado, delegar responsabilidades y practicar la escucha. Eso sí, activa. Pero en todo esto del laicado hay una clave que suele pasar desapercibida —o no se enfatiza lo suficiente en ella— y, sin embargo, es fundamental en dicha propuesta sinodal: es la hora de los laicos serviciales, no serviles. Y ahí radica toda la diferencia. Si de verdad se apuesta por los laicos, de nada sirven los no pocos que aplican la máxima: «Sí, pero solo lo que diga el cura» o «sí, pero solo lo que diga el señor obispo». Pongamos los dones, sin interferencias, al servicio de Dios y del pueblo.