El arzobispo que solo ha tenido tiempo de ser cura - Alfa y Omega

El arzobispo que solo ha tenido tiempo de ser cura

Ya ha sido definido como un fontanero que conoce bien las cañerías de la Iglesia en Madrid. La hoja de ruta del arzobispo electo cuenta con el poder de la Palabra y la fuerza de la escucha

Cristina Sánchez Aguilar
Foto: Rubén Cruz.

Todos hablan de él, aunque no ha sido fácil encontrar quien firme en estas páginas u ofrezca unas declaraciones directas. Ahora todo es tabula rasa y expectación. Es complejo convertirse en el máximo servidor, pero también máximo gobernante, de una archidiócesis en la que se ha crecido, primero como niño recién llegado del jienense Sabiote, con 7 años, padres y abuelos hasta un piso de migrantes en Usera. Después como joven estudiante de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, donde se licenció en Derecho Civil en 1988 y se curtió como voluntario en Proyecto Hombre, en Cáritas o en las visitas a la cárcel. Fue ese mismo año cuando entendió que su lugar no eran las leyes terrenales, sino las divinas, e ingresó en el Seminario Conciliar de Madrid. El cardenal Suquía fue quien le ordenó el 23 de abril de 1994 y ahí comenzó su verdadera vocación, y la que sigue siendo su prioridad a día de hoy: la del sacerdocio.

«No tengo títulos ni saberes, porque en esta vida no me ha dado tiempo a ser otra cosa que cura», ha declarado a varios medios de comunicación en las múltiples entrevistas que ha concedido tras su nombramiento. Por eso, cuando hay quien le tacha de inexperto por tener en su haber solo cinco años como obispo auxiliar, requiebra con elegancia asegurando: «Experiencia, depende de para qué». Porque en el mismo año que fue ordenado sacerdote ya atendía a las Hermandades del Trabajo de Madrid como viceconsiliario. Durante los cinco años que estuvo en San Leopoldo como vicario parroquial atendió a los agentes de pastoral en la escuela, dio clases en el centro de estudios sociales de Cáritas y, así, llegó hasta su verdadera escuela, la parroquia de San Alfonso María de Ligorio y Nuestra Señora del Pilar de Aluche – Campamento, donde convivió durante 15 años con una rica comunidad parroquial que «me enseñó a ser cura», como aseguró en la primera entrevista que hizo ya como arzobispo electo a este semanario. «Estar en la parroquia me ha hecho feliz», asegura José Cobo Cano, de 57 años y, a partir del próximo sábado, nuevo arzobispo de Madrid.

Lo fácil es tacharle de «progre». No falta quien en conversaciones callejeras y algunas que otras pantalleras suelta de refilón y por oídas que «es un cura podemita» porque una de sus prioridades en los años de vicario episcopal fue la Mesa por la Hospitalidad y ya como obispo los corredores que está peleando por implementar entre las diócesis españolas. Tampoco ha mirado nunca de soslayo el drama de los abusos y por eso se afanó en sostener en Madrid el Proyecto Repara, replicado ya en León y Teruel.

La polarización en la que está sumida la Iglesia española, que pivota sobre el eje pro Francisco-contra Francisco, utiliza recursos fáciles para caldear el ambiente en la metrópolis madrileña, ya de por sí recalentada. Pero Cobo —ya ha sido definido así a diestro y siniestro— es un fontanero que conoce bien las cañerías del mastodonte que es la Iglesia que peregrina en Madrid. Y si me apuran, la que se reúne en Añastro. El Papa Francisco también lo sabe, y por eso se ha preocupado por poner un esfuerzo especial en la designación del hasta ahora obispo auxiliar como titular de una sede para algunos complicada. Aunque la realidad es bien distinta: «Tengo en mi móvil más de 1.300 mensajes de WhatsApp de curas y gente de las parroquias para felicitarme. Eso emociona», aseguró en una rica conversación con Religión Confidencial.

Pero todas estas cuitas son pecata minuta, porque el entramado que va desde el barrio de Salamanca a Fresnedillas de la Oliva, con su vecindario multicultural, está salpicado de 476 parroquias y otras tantas comunidad vivas que mueven y se conmueven con el Evangelio y con la caridad hacia el prójimo. El nuevo arzobispo lo sabe, cuenta con el poder de la Palabra y la fuerza de la escucha. «Parece que las cosas que tenemos siempre no son noticia, pero ha sido fundamental la gran red de consultas evangelizadoras que se han hecho en Madrid, los planes de evangelización que hemos tenido», sostiene, orgulloso. «Cuando ha llegado el Sínodo no nos ha sorprendido porque esto lo veníamos haciendo. Ahora es el momento de empezar a poner en práctica todos los frutos de esa reflexión». Y seguir escuchando y ofreciendo el abrazo a todos. Pequeños y grandes. Conocidos y desconocidos.

Tiene bagaje. Le gusta hablar de pluralidad en la unidad y de entendimiento. «Porque no podemos hablar desde la ideología. Tenemos que hablar desde la fe. La fe encuentra personas, la ideología borra el rostro. Jesús quita la etiqueta, ve a la persona, ve al leproso y es curable. Y esa es la misión de la Iglesia». En Hora25, en prime time de la SER con Aimar Bretos, habló de Dios sin tapujos y de sus ángeles en la tierra, como Juana, que conquistó a millones de oyentes. Apenas ha empezado y parece que ya comienza a conseguir eso que se ha propuesto: que la gente sepa que «los obispos somos buena gente».