La ceguera de la superioridad - Alfa y Omega

En 1978 Aleksandr Solzhenitsyn fue invitado por la Universidad de Harvard para ofrecer la conferencia inaugural de ese año académico. A los profesores nos encanta pensar que todo comienza cuando nosotros arrancamos el curso, porque nuestros calendarios son diferentes al resto del mundo. A los políticos les pasa un poco igual: cuando se inaugura una legislatura de modo solemne da la impresión de que todo es posible, parece que todo aquello que no funciona tiene ahora su oportunidad de mejorar. Luego los meses avanzan y las promesas se diluyen como un comprimido efervescente en un vaso de agua, que chisporrotea bastante, pero luego se queda en nada. 

En la lección del escritor ruso, que llevaba por título Un mundo hecho pedazos, aparece un diagnóstico de nuestro mundo que, a pesar de que han pasado casi 50 años, sigue vigente en algunos de sus planteamientos. Nuestros tiempos de globalización quieren enterrar el hecho de que eso que llamamos primer mundo y que representa el triunfo de la sociedad occidental debido a que su independencia y su poder político, financiero y militar se ha desplegado a costa de otros. No hay nada peor para un ser humano que la ceguera de la superioridad. Mientras eso que llamamos crecimiento económico marca el pulso de cada día, seguimos ejerciendo una incomprensión radical acerca de la esencia de lo humano.

¿Por qué casi nadie se atreve a llamar las cosas por su nombre? ¿Por qué se prefiere vencer a convencer? ¿Por qué se menosprecia la capacidad crítica de los ciudadanos y se anestesia a quienes tienen la soberanía de decidir sobre su presente y su futuro? Hasta que no saquemos nuestras ideas y nuestras creencias a la plaza pública, viviremos sometidos a quienes prefieren nuestra depresión a nuestra alegría, estaremos encadenados a las ideologías y no a las buenas ideas, estaremos presos de nuestras comodidades y no liberados por nuestros ideales.

El estado del bienestar es un mantra que debemos examinar cuidadosamente, porque ¿ya no nos afecta como seres humanos que nuestros vecinos tengan problemas para llegar a fin de mes? ¿No nos preocupa que si confesamos nuestra fe alguien nos apunte en una lista más cruel que las de morosidad? ¿Hemos renunciado a querer construir juntos una sociedad más justa? El progreso tecnológico es progreso real si abre caminos hacia el libre desarrollo integral de las personas. Y esto comienza, antes que nada, en la educación, en la buena educación.