La banda sonora del cambio educativo - Alfa y Omega

La banda sonora del cambio educativo

Jorge Ruiz, vocalista de Maldita Nerea, ha participado en el congreso de Escuelas Católicas, donde ha reivindicado una educación enfocada en la persona, no solo en los conocimientos

José Calderero de Aldecoa
Jorge Ruiz cantando durante el XVI Congreso de Escuelas Católicas. Foto: Escuelas Católicas.

Quizá, de primeras, no sitúen a Jorge Ruiz. Estudió Logopedia, «que es mi segunda pasión», y Magisterio en Audición y Lenguaje. Al acabar, montó su propio gabinete de logopedia, donde comenzó a trabajar a con niños. Entonces, se dio cuenta de que los más pequeños son pura creatividad, talento, pasión. «No conozco a ningún niño que no sea creativo, ninguno, no existe eso», reconoce en entrevista con Alfa y Omega.

Sin embargo, creció pensando todo lo contrario. En su interior había un mundo creativo por descubrir, pero «terminé convencido de que yo mismo no tenía ningún talento». Aun así, superó bien el colegio y se matriculó en Derecho, una carrera que terminó abandonando tras sufrir un trastorno de ansiedad. Como ha contado más veces, «mi cuerpo dijo basta. No era feliz. Estudiaba una carrera que no me gustaba y que no me dejaba expresar mi creatividad interior». Y decidió parar hasta encontrar algo que le llenara por dentro.

Fue entonces cuando se decidió por la logopedia, que puso en pausa al comenzar a triunfar en su primera gran pasión: la música. «Tuve que dejar el gabinete porque me empezó a ir bien con el grupo y empecé a salir de gira», rememora Ruiz, más conocido por ser el vocalista de Maldita Nerea.

Amor y diálogo

En la clausura del congreso, la presidenta de Escuelas Católicas recordó que «además de ser maestros, nos une que somos alumnos y discípulos del Maestro, quien resumió todas sus enseñanzas en una sola palabra: “amaos”», dijo Ana Sánchez, que también animó a fomentar el encuentro con todos y el diálogo.

Con el éxito llegó la atención de la prensa. «Lo curioso es que, en muchas entrevistas, terminaba hablando de educación, porque era algo que yo también llevaba dentro». Sus declaraciones no pasaron desapercibidas para la Fundación Promete, que lo fichó como embajador del talento en 2014. Cinco años después se convirtió en el presidente de la entidad. Y, precisamente, Jorge Ruiz acaba de participar en el XVI Congreso de Escuelas Católicas en calidad de presidente de dicha fundación, aunque también se arrancó con algunos de sus éxitos musicales. El evento se celebró en Granada a finales de noviembre con el lema Inspiradores de encuentros.

—En un mundo tan polarizado, ¿qué valor tiene este encuentro para la educación?

—Te hablaría de dos cosas. Por un lado, de la palabra nosotros, que es, junto al amor, el concepto más grande de la historia. La importancia del nosotros por encima del yo. Por otro lado, hay que subrayar la sacralidad del encuentro alumno-maestro. Los profesores son la primera línea profesional que recibe a los que vienen, a los niños. Es la profesión más importante que existe de largo. Por eso, es una labor que tiene que ser respetada y acompañada por todos.

Campus Promete, donde la fundación ha probado su proyecto educativo. Foto: Fundación Promete

Antes que el encuentro, sin embargo, la Fundación Promete subraya la centralidad de la persona. Su propuesta consiste en pasar del paradigma educativo industrial, cuyos principios fundamentales son los de hace dos siglos y se basan en adquirir conocimientos y competencias necesarias para trabajar, a un nuevo paradigma educativo, que en vez de industrial es vocacional, y que lleva por título La educación del ser.

«Nosotros hablamos de los cuatro planos del ser, el ser creativo, emprendedor, social y el interior. El proceso sería el siguiente: tengo una idea genuina, propia; la materializo en el mundo físico; la comunico para aportar a la comunidad, y, por último, el ser interior se pregunta: “¿Qué impacto tiene este proceso en mí?”», resume Ruiz, cuyo hijo acudió al Campus Promete, donde se testó este nuevo paradigma, antes de convertirse en presidente. «Fue una revolución. Todo estaba enfocado a lo que cada niño quisiera hacer. Cada uno tenía su proyecto personal publicable, en el que el sistema no interviene, sino que acompaña. Mi hijo, por ejemplo, que todavía era pequeño, decía que quería ser Spiderman, y ¡no le dijeron que no!», exclama. «Es obvio que él solo se va a dar cuenta más adelante de que no puede serlo, pero lo que hicieron fue orientarle. “Todo superhéroe tiene un traje. ¿Tú quieres uno?” Ahí ya hay algo concreto. Se puede empezar involucrando disciplinas para la elaboración de un traje».

Los padres salieron encantados, pero todos se preguntaban cómo llevar esta forma de trabajar al aula. De momento, se ha podido probar en dos colegios de Logroño durante las clases de refuerzo. «Eran dos días de 17:00 a 19:00 horas. La primera hora la dedicaban a lo académico y la segunda al proyecto de desarrollo personal. Algunos hacían un periscopio, otros una escultura…». Y, ¿qué pasó? Ruiz responde con tres palabras: «Los niños volaban». Uno de los directores implicados utiliza algunas más: «Sois los primeros en la historia de este centro en lograr que ciertos grupos de alumnos vengan a actividades extraescolares de forma voluntaria».