Una app para acabar con las colas del hambre
Dos jóvenes de Castellón lanzan la iniciativa de donaciones digitales Nadie sin su ración diaria, con el objetivo de «acabar con el estigma de ponerse en una cola a pedir comida»
«El año pasado perdí el trabajo debido a la pandemia. Trabajaba en un hotel limpiando habitaciones, pero recortaron personal y me vi en la calle con cuatro niños pequeños». Las lágrimas de Tamara visibilizan el calvario que ha tenido que pasar durante los últimos meses. En este tiempo ha tenido que ponerse en una de las llamadas colas del hambre, una de las imágenes de la España de la COVID-19, pero ya ha dejado de hacerlo gracias a una tarjeta que le dieron en el Banco de Alimentos de Castellón, desarrollada por la plataforma Nadie sin su ración diaria.
Ahora, cada vez que tiene que ir a pedir comida, ya no se ve expuesta a las miradas de nadie, sino que como cualquier otra persona acude al supermercado a hacer la compra. Además, la comida que entra en casa ya no consiste solo en productos no perecederos, sino que también puede acceder a frescos: «Compro carnes, pescado, fiambre, yogures, todo lo refrigerado, congelados… Mis hijos necesitan comer de todo, no solo pasta con tomate», sonríe agradecida.
Un cambio de paradigma
La iniciativa surgió hace cuatro años gracias a Kilian Zaragozá y Josevi Villaroig, dos jóvenes ingenieros de Castellón que han creado un sistema digital de donaciones con dos canales: una app para el móvil y unos terminales instalados en supermercados, a través de los cuales se puede donar cualquier tipo de producto a un banco de alimentos asociado. Los dos canales de Nadie sin su ración diaria permiten donaciones de forma completamente digital, con las ventajas que eso tiene para todas las partes. «Somos el nexo de unión entre los donantes, los supermercados, las entidades sociales y los beneficiarios», asegura Zaragozá.
Tanto en sus móviles como en los terminales físicos, los donantes tienen a sus disposición un catálogo, «y como si estuvieran haciendo la compra pueden elegir los productos que quieren donar, incluidos alimentos frescos», dice Kilian. Las donaciones llegan a los bancos de alimentos, que crean unas tarjetas regalo que distribuyen entre los beneficiarios; estos luego «solo tienen que ir a hacer la compra como cualquier otra persona, y pagar con su tarjeta. Así no tienen que estar estigmatizadas por tener que ponerse en una cola».
Solo en los seis primeros meses del proyecto, en Castellón se emitieron 1.500 tarjetas y se recogieron cerca de 100.000 euros. Ahora ya se han expandido a varias cadenas de supermercados y a otras provincias: Valencia, Alicante, Murcia, Tarragona y Córdoba.
Esto supone «un cambio de paradigma; queremos hacer entender a la gente que puede donar sencillamente desde su móvil en cualquier momento del día o del año, sin estar supeditados a las campañas de recogida de los bancos».
Para Santiago Miralles, presidente del Banco de Alimentos de Castellón, «siempre es mejor repartir tarjetas que mover miles de kilos de alimentos, clasificarlos y comprobar sus fechas de caducidad, con todo el esfuerzo físico que eso supone para nosotros y para todos los voluntarios, muchos de los cuales son jubilados». Se trata de una revolución tecnológica «que nos ahorra tiempo, dinero y logística, y que beneficia a los usuarios, que son el centro de nuestra actividad».
Cada vez más Cáritas diocesanas y parroquiales, así como otras entidades caritativas, están apostando por el reparto de tarjetas para que las familias sin recursos puedan hacer la compra en supermercados como cualquier otra persona. La primera que lo hizo fue Cáritas Cullera, que a finales del año pasado lo organizó como alternativa al economato tradicional.
La idea suscitó el interés de otras Cáritas y ya han sido varias las que se han lanzado a realizar el mismo proyecto: Ibiza, Elda y Barcelona son solo algunas de ellas, pero lo original de su propuesta es que a la iniciativa se han sumado otras entidades caritativas e incluso ayuntamientos. Así, en Barcelona, junto a Cáritas colaboran Cruz Roja, San Juan de Dios y la Obra Social La Caixa, y tanto en la Ciudad Condal como en Elda e Ibiza se han implicado también los consistorios locales.