Julián Barrio: «Sin lo espiritual, el Camino sería algo inerte» - Alfa y Omega

Julián Barrio: «Sin lo espiritual, el Camino sería algo inerte»

José Calderero de Aldecoa
Foto: Europa Press / Álvaro Ballesteros

Después de más de 700 kilómetros llegamos a la catedral de Santiago, donde no podemos abrazar al apóstol pero sí rezar ante su tumba. Nos recibe el arzobispo, Julián Barrio (Manganeses de la Polvorosa, 1946), que en unos pocos días cumple 75 años, edad prevista para que los prelados presenten la renuncia al Papa. «Es un momento de agradecer el pasado, con sus luces y acaso sus sombras, de ponerlo en la presencia de Dios y de mirar hacia adelante, porque es la única manera de seguir intentando cumplir la voluntad del Señor», dice a modo de balance. Antes de despedirnos, nos advierte: «Los peregrinos que llegan a Santiago han de volver calzados con las sandalias de la esperanza».

¡Por fin llegamos! ¿Cuál es el protocolo? ¿Podemos abrazar al santo?
Ha habido modificaciones en ese tipo de prácticas tradicionales, obligadas por el protocolo de prevención de la COVID-19. El camarín del apóstol, ya incluso antes de decretarse el Estado de alarma en marzo de 2020, se había cerrado a los peregrinos para evitar riesgos de contagio. Sí se puede bajar a la cripta y rezar ante el sepulcro que acoge el cuerpo de Santiago, y se puede visitar el Pórtico de la Gloria. La pandemia, ciertamente, ha cambiado muchas cosas, pero la esencia de la peregrinación no hay virus que la logre mutar: peregrinar a Dios con los hermanos, con el impulso del apóstol y la guía del Espíritu Santo.

¿Qué le parece este Camino de Santiago en las contraportadas del periódico? ¿Lo ha podido seguir?
Ha sido una idea estupenda recorrer las distintas etapas y encontrarse con los protagonistas de la noticia, al hilo del mensaje del Papa para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

Santiago, si no existiera la COVID-19, tendría que estar ahora mismo repleta de peregrinos. ¿Cómo está viviendo de forma personal esta situación?
La ciudad de Santiago y la Iglesia que camina en Compostela son conscientes de que este Año Santo es una ocasión para acercarse a Dios. Es verdad que hay menos peregrinos, pero la invitación a la conversión del corazón es permanente. Esta situación se vive con serenidad y plena confianza en que lo que está ocurriendo tiene un sentido que hay que descubrir: ocuparse por la acogida a quien más lo precisa y es vulnerable en cuerpo y alma.

¿Qué nos puede enseñar el Camino ante la pandemia que tanto ha golpeado a nuestro país?
Mucho. El sentido de superación de dificultades que impulsa a los peregrinos es un motivo de esperanza. El apóstol Santiago espera en su templo y ayuda a sobrellevar el dolor o la desesperanza. Hay mucha gente que, una vez abiertos los cierres perimetrales, se ha lanzado al Camino como una forma de terapia para atenuar el sufrimiento por la muertes de familiares o por la enfermedad. Como Iglesia tenemos que dar un paso más: ayudar a curar al hombre herido en lo más íntimo de su ser por la angustia de la pandemia y abrirle una puerta a la salud de su alma.

Lleva 25 años como arzobispo de Santiago, ¿qué balance hace?
Y 50 como sacerdote. Es momento de agradecer el pasado, con sus luces y acaso sus sombras, de ponerlo en la presencia de Dios, y de mirar hacia adelante, porque es la única manera de seguir intentando cumplir la voluntad del Señor. También es momento de ser agradecido en la memoria y por lo que cada día se me ofrece para servir a esta Iglesia diocesana.

En 2019 hubo cerca de 350.000 peregrinos. ¿Se corre el riesgo de que el Camino se convierta en algo más turístico que espiritual? Usted siempre ha insistido en esta dimensión.
Ciertamente esa insistencia en la dimensión espiritual no es fruto de una ocurrencia momentánea, sino el reconocimiento de que el Camino de Santiago no se puede interpretar, ni recorrer, sin tener en cuenta la dimensión espiritual. Si esta se perdiera, el Camino se convertiría en una realidad inerte. La ruta que lleva al sepulcro del apóstol nace con la seña de identidad cristiana, subrayando el espíritu penitencial y la conversión. Los peregrinos que llegan a Santiago han de volver calzados con las sandalias de la esperanza.