Jóvenes, agnósticos ateos… El Papa quiere escucharlos a todos
«Ningún joven debe sentirse excluido». La Iglesia tiene que escucharlos a todos. No solo a los católicos. También a los ateos, agnósticos, los angustiados y «descartados». Por eso, el Papa ha convocado el primer Sínodo de la historia dedicado a la juventud. Justo en medio de dos Jornadas Mundiales: Cracovia, en 2016, y Panamá, en 2019. Un desafío para nada fácil. Así lo reconoció un cardenal: «Los obispos debemos escuchar…, aunque estamos demasiado acostumbrados a pontificar desde nuestros púlpitos»
Este Domingo de Ramos, en la plaza de San Pedro, Francisco entregó la cruz de las JMJ a un grupo de panameños. Fue el puntapié inicial de una organización que no se detendrá hasta la celebración de la tercera JMJ latinoamericana, prevista del 22 al 27 de enero de 2019. Un día antes, la noche del sábado 8, el Pontífice presidió una vigilia en la basílica Santa María la Mayor de Roma.
Echando mano de sus clásicos autodiálogos, el Papa reflexionó en voz alta sobre las excusas que suelen circular: «Pero… ¿hacemos un Sínodo para los jóvenes católicos…, para los jóvenes que pertenecen a las asociaciones católicas, así es más fuerte…?». Y se respondió: «No. El Sínodo es de y para todos los jóvenes, son los protagonistas». «¿Pero también para los jóvenes que se declaran agnósticos? Sí. ¿También para los jóvenes que se han alejado de la Iglesia? Sí. ¿También para los jóvenes (no sé si habrá alguno, a lo mejor hay alguno), que se dicen ateos? Sí».
Y prosiguió: «Este es el Sínodo de los jóvenes, y todos queremos escucharos. Cada joven tiene algo que decir a los otros, tiene algo que decir a los adultos, tiene algo que decir a los sacerdotes, a las religiosas, a los obispos y al Papa. Todos tenemos necesidad de escucharos».
Con esas palabras, Francisco dejó unas indicaciones muy específicas. Es el núcleo de su Iglesia en salida, como reconoció en declaraciones a Alfa y Omega el cardenal Kevin Farrell, prefecto del nuevo dicasterio para los Laicos, Familia y Vida del Vaticano. «Se tiene que hacer lo que nos pide el Papa: salir, ir más allá de las puertas de la Iglesia, de las puertas de las organizaciones católicas».
Previsto para octubre de 2018, el título de esa asamblea mundial de obispos es Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Al respecto, Farrell reconoció que el principal desafío en su preparación será lograr un contacto genuino con los jóvenes que se encuentran fuera de la Iglesia. Reveló, además, que su oficina ya trabaja con la Secretaría del Sínodo para poner en práctica estrategias creativas. «Se tiene que cambiar el sistema que usamos. Hay que hacer hablar a los jóvenes, con una consulta dirigida a todo el mundo y por internet, eso se hará. Hay que ir con los capellanes de las grandes universidades. Yo tengo 70 años, evidentemente no pienso como los jóvenes», afirma, si bien aclara que no todos los jóvenes estarán dentro del Aula del Sínodo, porque no es posible. Pero su voz sí llegará.
¿Espera un Sínodo tan animado como los dos últimos, sobre el tema de la familia? Ante la pregunta, el cardenal responde sin dudar: «Sí, por supuesto». ¿E igual de polémico? «Nunca hemos tenido un Sínodo que no fuese polémico. Se discute siempre. Mucho de lo que se dice ahora sobre el Sínodo de la familia y sobre la exhortación apostólica Amoris Laetitia, se dijo antes con las encíclicas Humanae vitae o Populorum progressio (ambas del Papa Pablo VI). Pero seguimos adelante, eso no es una sorpresa», apunta, refiriéndose a las críticas.
Sobre la urgencia de oír a los jóvenes habla también a este semanario el cardenal José Luis Lacunza, obispo panameño de Ciudad David. «Hay que aprovechar el Sínodo para tener cercanía y escucha con los jóvenes. Que ellos hagan ejercicio de lengua y nosotros de oído».
El purpurado asume que les resultará más difícil a los obispos oír que a los muchachos hablar: «Los jóvenes hablarán, seguro. Nosotros estamos muy acostumbrados a pontificar, a hablar desde el púlpito y no siempre escuchamos», reconoce. Y anticipa que el deseo de los organizadores es permitirle al Papa entregar a los jóvenes del mundo la exhortación apostólica postsinodal, documento producto de las discusiones del Sínodo, justamente en Panamá, durante la JMJ. Pese a los pocos meses que separan un acto del otro.
Entre 400.000 y 500.000 personas. Los obispos panameños se preparan para recibir esa cantidad de personas en la Jornada Mundial. En días pasados, una delegación de ellos estuvo en Roma para avanzar en los preparativos.
Ya está listo el Comité Organizador Local, y después de Pascua, quizás en mayo, se anunciará formalmente el sitio donde se celebrarán los actos centrales. Con una novedad: será en un solo lugar y no dos, como es tradición. Esto permitirá un considerable ahorro de dinero. En los actos de los días previos se sumarán países vecinos, como Costa Rica y Nicaragua, mientras el Gobierno panameño anuncia facilidades para los visados de los peregrinos.
Así resume la expectativa José Domingo Ulloa, arzobispo de Panamá: «Esperamos una ola de jóvenes que arrastre con lo viejo. Tienen que ponernos en crisis a todos: al Papa, a los cardenales, a los obispos y sacerdotes. Le pido eso: sean un tsunami para que se transforme todo y podamos iniciar un nuevo camino».