José Cobo en la cárcel de Soto: «Jesús no rechaza a nadie»
«Aquí está la Iglesia» porque «hay gente que busca a Dios», ha afirmado el arzobispo de Madrid en su primera visita como tal al centro penitenciario, para celebrar a la Virgen de la Merced
En el Centro Penitenciario Madrid V, el de Soto del Real, era este lunes, 25 de septiembre, un día especial. «¡Es el único que tenemos al año!», exclama uno de los funcionarios. Toda la prisión se ha vestido de fiesta para celebrar a la Virgen del Merced, la patrona de los presos y de todos los trabajadores de instituciones penitencias.
Y para recibir a José Cobo en su primera visita como arzobispo —que no como laico, seminarista, sacerdote u obispo auxiliar—. Algo que en los internos ha despertado mucha curiosidad y también el recuerdo al arzobispo emérito, cardenal Carlos Osoro. «Los que hemos pasado aquí más tiempo —le decía un preso, en nombre de todos— hemos podido ver cómo su antecesor ha estado cercano a aquellos que hemos cometido errores y estamos pagando». Por eso, le han pedido que rece por ellos, para que «sepamos volver al camino del bien» y para que su reinserción sea un hecho.
La visita comenzaba pasadas las 10:30 horas de la mañana y lo hacía por el módulo de enfermería, donde suele haber entre 60 y 70 internos divididos en las zonas de orgánicos, infecciosos y psiquiátricos. «Las drogas», responde otro funcionario, al preguntarle por la causa de la enfermedad de la inmensa mayoría de los ingresados en esta última zona. Desencadenan brotes que los llevan a la delincuencia y que, ya en la cárcel, originan situaciones límite. En una ocasión tuvieron que trasladar a un preso al hospital con un delirium tremens que le aterrorizaba con la visión de su celda llena de perros dóberman.
«¡No dejes de hacer poesía!»
En estos casos es fundamental la labor de los ordenanzas, presos de confianza que ayudan a mantener en orden los módulos y las celdas, ocupadas por entre tres y cuatro enfermos con capacidad de hasta cinco. Esta periodista habla con Francisco, que casualmente sustituyó en el economato a Rober, un interno al que conoció en la fiesta de la Merced de hace un año, en 2022, cuando estaba a punto de salir de prisión. Reconoce la importancia de la limpieza en cada celda y cómo son ellos los referentes para los otros presos.
Francisco, como el resto de sus compañeros, está muy agradecido a Cobo por su visita. Él los saluda con afabilidad, les pregunta cómo están —«aquí andamos, más o menos sanos», le dicen—, los anima y les da su bendición. Algunos le cuentan por qué están allí: «Jamás he cometido ningún delito; mi único delito es haber denunciado a un juez». Otros le explican su trabajo fuera de prisión, como Jesús, que dice tener una fundación de ayuda a niños y que asegura al arzobispo de Madrid que «el Vaticano puede darle referencias mías».
Algunos le enseñan pulseras de artesanía que hacen en su tiempo libre e incluso hay quien, como Antonio, le regala un poema que le ha escrito especialmente para él. «¡No dejes de hacer poesía!», le invita el arzobispo.
La Virgen como modelo
A Antonio lo veremos después en la Eucaristía que se celebrará en el socio, que es como llaman los internos al espacio sociocultural que hay en Soto. Un salón de actos con capacidad para cerca de 200 personas, que se ha llenado y rebosado para la celebración. Allí están acompañados del padre Paulino Alonso, trinitario y capellán de la prisión, que acaba de recibir la medalla de oro de Instituciones Penitencias por sus 30 años de labor con presos. «Son personas», recuerda al comienzo de la celebración, como ha hecho, hace y hará siempre que hable de sus internos.
A la derecha se ha situado el coro y orquesta de la prisión. Este año vuelven a estrenar un tema, como suelen hacer para la Merced. En esta ocasión, Madre Tierra, de Chayanne, que cantarán al concluir la Misa y que es un estímulo porque invita a disfrutar «las cosas buenas que tiene la vida». Pero el comienzo de la celebración será una alabanza a Dios en toda regla: «Tú eres Rey de reyes y Señor de señores, Tú eres digno de que todos te adoren».
Durante la homilía, el arzobispo de Madrid les ha recordado que «el obispo viene donde está la Iglesia» y «aquí, en Soto, está la Iglesia» porque «hay gente que busca a Dios». Al hilo del Evangelio proclamado, aquel en el que se recoge la visita de María a su prima Isabel, Cobo ha invitado a los presentes a, como ella, salir de uno mismo y fijarse en lo que hay alrededor para que, «cuando queramos acoger a Jesús, salgamos como María».
Ella, ha continuado, subió a la montaña. «Merece la pena esforzarse» porque Dios siempre va a ayudar. «Él nos llama, y nos llama a subir un poquito […] para ser más personas, más humanos y más felices». Por último, ha reseñado, María se encontró con su prima. Y ante esto, ha invitado: «Seguro que en los módulos hay alguien que está esperando a que le digas algo y le abras el corazón».
Escultura sobre la fe
Junto al arzobispo han concelebrado, entre otros, el vicario para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación, José Luis Segovia, y el vicario de la vicaría VIII, el padre Ángel Camino, OSA, además del propio padre Paulino. También han estado presentes otro de los capellanes, Manuel Gallego; el obispo panameño Rómulo Emiliani y el párroco de Soto, Isidro Calvo.
Y entre los internos asistentes estaba Antonio, que ha fabricado una de las piezas más destacadas que se había colocado en el presbiterio: una peana sobre la que ha colocado una cruz con una escalera. Lo ha hecho todo en los dos últimos meses, en acero inoxidable y cobre, representando el camino de la fe, la búsqueda de sentido y la subida a la cruz para recuperar la esperanza.
Impresiona el silencio reverencial durante toda la celebración, la unción con la que los internos rezan el padrenuestro y el momento de la paz, con saludos festivos y alegres entre todos ellos. También la devoción con la que comulgan a ese Jesús de Nazaret que les predica el padre Paulino y que se ha hecho realmente presente intramuros. Ya se lo había dicho el arzobispo en su predicación: «Jesús no rechaza a nadie y está deseando quedarse con nosotros».
Dios siempre perdona
En 1218, san Pedro Nolasco fundó la Orden de la Merced con el objetivo de liberar a los cautivos y, desde entonces, millones de personas se han acogido a la protección de la Madre bajo esta advocación. Como indica Florencio Roselló, director del departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española, la Virgen «es Madre que, fiel a su Hijo, está al pie de la cruz, pero también lo está al pie de la cárcel; Ella enjuga las lágrimas de tantos presos que han caído, y Ella, como la madre buena, los vuelve a levantar». Además de la archidiócesis de Madrid, otras muchas celebraron este día, como la de Segorbe-Castellón. Su obispo, Casimiro López, recordó a los internos de Albocácer que «Dios perdona nuestros pecados y también nos sana». Por su parte, las presas de la cárcel de Brieva, en Ávila, celebraron la Eucaristía con el obispo Jesús Rico, y en Sevilla, el arzobispo José Ángel Saiz presidió una Misa con capellanes y voluntarios de la Pastoral Penitenciaria en la iglesia del Divino Salvador.