Siendo yo un niño de unos 9 o 10 años me encontré por primera vez con don Jesús Vidal en un campamento de verano que organizaba la Acción Católica General de Madrid. Era el sacerdote que acompañaba el ritmo del campamento celebrando la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación. Entonces no podía imaginarme que él iba a ser una de las personas que mejor me han acompañado a lo largo de la vida.
Según fui creciendo, ya adolescente, pasó de ser un sacerdote más de los que se habían cruzado por mi vida a mi acompañante espiritual. Esto fue tras muchas confesiones y charlas con él. En esta época de la adolescencia, tan turbulenta para todo ser humano por los cambios propios de la edad, fue un gran apoyo para mí confiándole mis inquietudes y dudas.
Siempre supo ser un buen espejo en el que reflejarse. Agradezco mucho que nunca tomó una decisión por mí, sino que me dejó libertad para elegir. Sin embargo, no faltaron consejos apropiados en la vida espiritual, apoyo y correcciones de padre ante mis caídas y problemas.
Cuando entré en el seminario pasé a dirigirme con un director espiritual y Jesús siguió pendiente de mí, sobre todo con su oración. Mi sorpresa fue grande cuando hace tres años fue nombrado rector del seminario y pasó a ser el responsable de mi formación sacerdotal. El seminario ha sido un momento para experimentar de otra manera la paternidad de don Jesús. Siempre me ha tomado como lo que era, un seminarista más. Esto nos ha posicionado muy bien a los dos. Sin embargo, con un cuidado de pastor ha estado pendiente de mí. En las entrevistas semestrales, que el rector tiene con todos los seminaristas, ha estado muy atento y pendiente de mi proceso vocacional. Siempre ha seguido disponible cada vez que necesitaba hablar en cualquier momento. Me he sentido escuchado, apaciguado y, tantas veces, animado en mí proceso. Una de las cosas que más destaco de este tiempo es su capacidad de escucha que proviene de un gran cariño hacia los seminaristas. Además en este tiempo todos hemos podido comprobar su dedicación al seminario y su entrega diaria que se traducía en la alegría que siempre le ha caracterizado.
Ahora que ha sido elegido para ser sucesor de los apóstoles, obispo auxiliar de Madrid, pido a Dios que lo ilumine y lo guíe en su nuevo ministerio. Ruego para que su corazón de pastor se siga configurando con el de Cristo, para que así acompañe con delicadeza, entrega y caridad pastoral al nuevo rebaño a él encomendado. Doy gracias a Dios por haberlo puesto en mi camino y por todo el bien que he recibido de Dios por medio de él.
Juan Franco Hiraldo
Seminarista de 5º curso