Javier Maisterra: «Antaño, la gente distinguía 100 toques de campana»
El presidente de la asociación cultural Manapites ha lanzado un curso para aprender a tocar las campanas como se hizo toda la vida
El presidente de la asociación cultural Manapites ha lanzado un curso para aprender a tocar las campanas como se hizo toda la vida. Lo considera el siguiente paso lógico tras haber conseguido restaurar el campanario de la iglesia de San Lorenzo Mártir, en el pueblo burgalés de Fuenteodra. Aparte de atraer turismo y negocio para la zona, reivindica que la recuperación de las tradiciones puede animar a los más jóvenes a volver a sus raíces. Pero se necesitan inversiones.
—¿Qué hace su asociación por el mundo rural?
—Manapites es una asociación de ámbito local. Ahora vamos ganando voz en la provincia. Se creó para la salvación de la iglesia de San Lorenzo Mártir, que es la parroquia de Fuenteodra. Le venimos llamando la Dama de las Loras. Burgos tienen unos 1.200 pueblos, cada uno con su parroquia, y el 75 % tiene menos de 100 habitantes. Hay un montón de asociaciones para dinamizar donde no llega la corporación municipal. La mayor parte no tiene mucho dinero, pero sí un patrimonio desgraciadamente en vías aceleradas de extinción. Nosotros nos instituimos para salvar nuestra iglesia, pero hubo una segunda parte de proyecto cultural.
Cuando comenzamos las obras, con Hispania Nostra, recuperamos el campanario, que estaba en nuestro ADN. Y una vez lo recuperamos, comenzamos con el toque de campanas. La UNESCO ha declarado que el que se hace en España es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
—Y han lanzado un taller para tocarlas.
—El pasado 30 de noviembre vino aquí la Asociación de Campaneros de Burgos, que fue de las pujantes para conseguir esa declaración de la UNESCO. También la empujaron otras muchas asociaciones como la de Navarra o de la Comunidad Valenciana.
Antaño, hace un siglo, las personas eran capaces de distinguir, con solo dos campanas, entre 50 y 100 toques diferentes. Ahora mismo no se saben tantos y algunos se han perdido; pero muchos están identificados y se reseñan. Últimamente recibo muchas llamadas y me sorprende que esto sea noticia. ¿Qué tiene de disruptivo algo tan tradicional?
—¿Qué beneficios trae para un pueblo recuperar estas prácticas?
—Por un lado, atrae turistas que se acercan a Fuenteodra para aprender el toque de campana como una experiencia. También vamos a tener cursos de especialización para personas que se dediquen a tocar las campanas en las iglesias de alrededor. Hay cierta cantera de gente joven, esto es muy transversal tanto en edades como en sexos. Como tantos temas, en la España poco poblada no hay fórmulas. Todo suma. Por otro lado, nos ayuda a no sentirnos avergonzados de mantener esta práctica. En un campanario, que se toquen las campanas, ¿a quién le va a importar?
Otra de las cosas que hemos puesto en marcha es un festival de artes escénicas. Nosotros somos los promotores y hacemos eventos artísticos de primera magnitud, tanto en nuestra iglesia como en las de alrededor. La próxima primavera, en la torre del campanario, que tiene también coro, habrá escuela de canto con dos facetas: una de cantos tradicionales no regionales que se puedan cantar en la iglesia durante la liturgia; y otra escuela de canto tradicional como en cualquier coro de ciudad grande. Colaboramos con una actriz, productora, cantante y bailarina burgalesa, Eva Manjón.
—¿Qué debería saber un no iniciado en el toque de campanas?
—Se empieza practicando con dos campanas pequeñas. No vas a comenzar con unas muy grandes porque te quedas sordo. De forma un poco parecida al morse, se utiliza un código de dos unidades, raya y punto. Con un ritmo, unas pautas, un tiempo y una intensidad, se emite un mensaje. Está el toque de muerte, que se hace en los funerales: es más largo, va despacio y se oye toda la vibración. Está el repique que, como va más rápido, no se oye tanto. Y los expertos podrán hacer el volteo, que siempre significa felicidad.
El taller lo imparte uno de los integrantes de la escuela de campaneros de Burgos. Son verdaderos expertos con catálogos de un montón de toques y lenguajes. Por ejemplo, el toque a huebra, una llamada a trabajos comunales; o el tentenublo, que avisa de que viene una tormenta.
—¿Qué más necesita su pueblo?
—Lo primero que necesita, como todo pueblo de la España vaciada, son servicios. Desde hace poco tiempo, las fuentes de las que se toma el agua en verano se secan y hay problemas de abastecimiento. Tiene que asegurarse también el saneamiento, que lo que nos sobra se vaya. Es un verdadero desastre cómo están las fosas sépticas.
En cuanto a internet, no tenemos cobertura, por aquí no pasa la fibra; es patético. Yo tengo una casa rural y el wifi que ofrezco es penoso. Se necesita que las calles estén bien, que haya buena iluminación. Con eso aseguraríamos que la gente terminara no yéndose e incluso viniendo. Hay muchas personas que no tienen familia y les encanta el mundo rural; que vengan, aunque sea una época del año.