Jaime Mayor Oreja pronuncia el Pregón de la Semana Santa madrileña. Lecciones de la Cruz - Alfa y Omega

Jaime Mayor Oreja pronuncia el Pregón de la Semana Santa madrileña. Lecciones de la Cruz

«Dios está en la Cruz, donde lo pusimos….». Son palabras del pregón del eurodiputado Jaime Mayor Oreja, pronunciado el viernes, en la catedral de La Almudena. En medio de nuestros sufrimientos, «Dios agoniza en la Cruz, a nuestro lado». No lo crucifican por mentir, sino por decir la verdad, «una verdad capaz de causar un auténtico seísmo en la sociedad de su tiempo y en la del nuestro». También hoy «se persigue a quien se atreve a decir la verdad, no a quien miente. Por eso seguimos dando muerte a Dios…»

Jaime Mayor Oreja
Dios está en la Cruz, donde lo pusimos.

La experiencia de visitar los lugares de la Pasión mientras yo mismo vivía un modesto calvario personal, me reafirmó en la evidencia de que podemos hallar puntos de encuentro entre la experiencia terrible de Cristo y nuestras experiencias personales, referencias capaces de guiarnos a través de los momentos oscuros y difíciles.

No puede haber alegría mayor y más profunda que la que brota de la vivencia personal de lo que significa para uno mismo y para la humanidad la Pasión de Nuestro Señor, su Muerte llena de perdón y de amor para todos, y su Resurrección silenciosa, discreta, capaz de transformar de raíz la historia misma. En el momento en que Jesús se hace presente en el camino de Emaús, todo ha cambiado ya para siempre. La tristeza se ha transformado en alegría, en una alegría nueva, que nunca se había producido hasta ese momento.

Cuando me refiero a la alegría como una lección de la Cruz, reconozco que hay circunstancias que rozan, y a veces le introducen a uno en la tragedia. La búsqueda del valor de la alegría en estas circunstancias exige un esfuerzo casi sobrehumano.

Una segunda lección es el valor y el sentido del silencio, no sólo el nuestro, sino el silencio de Dios. Muchas veces, nuestra vida personal y también la vida de las sociedades hacen difícil que podamos reconocerlas como un don nacido de la bondad de Dios. Muchas veces, la vida parece más un castigo, en ocasiones cruel. La vida puede hacerse tan dura que parece imposible pensar que puede haber un Dios de bondad. ¿Dónde está Dios cuando la vida humana es tratada con deprecio, cuando ponerle fin se convierte en un derecho? ¿Dónde está cuando la mentira parece triunfar sobre la verdad? ¿Dónde está cuando la vida de un niño se pierde? ¿Dónde está cuando se nos impone un peso que parece insoportable?

Dios está en la Cruz, Dios está donde lo pusimos, donde Él aceptó humildemente que lo pusiéramos. Dios encarnado nacido de María se nos ha acercado tanto, que incluso hemos podido matarlo. Dios no calla porque esté lejos; calla porque agoniza en la Cruz, a nuestro lado, como parte de nuestra historia, hecho hombre junto a nosotros.

Un momento del pregón de don Jaime Mayor Oreja.

También es verdad que nuestro silencio mal entendido, cómodo y cobarde, ha sido demasiado cómplice de los voceros del relativismo. ¿Así correspondemos al sacrificio de la Cruz?

El silencio nos conduce a la tercera lección de la Semana Santa, que es el valor de la verdad, porque a la Verdad, con mayúscula, sólo se accede mediante la escucha de la Palabra de Dios y mediante el silencio de la oración. A Jesús no lo crucificaron por mentir, lo crucificaron por decir la verdad, por ser la Verdad, una verdad capaz de causar un auténtico seísmo en la sociedad de su tiempo y en la del nuestro. En la sociedad en la que vivimos, sacudida por una crisis de valores, se persigue a quien se atreve a decir la verdad, no a quien miente. Por eso seguimos dando muerte a Dios. Cada vez que despreciamos la vida humana, cada vez que volvemos la mirada ante las verdades incómodas, que lo son siempre, porque nos exigen siempre un cambio de actitud personal, despreciamos la verdad. Muchas veces, Dios nos resulta una verdad incómoda, y le damos muerte.

Y señoras y señores: una cuarta lección y en último lugar, permítanme una breve reflexión sobre el valor de la familia como lección que podemos extraer de la Semana Santa. Lo he puesto en el último lugar, pero plenamente consciente de que para nosotros, al menos para mí, la familia constituye algo absolutamente esencial y determinante. Si hay una institución decisiva en nuestras vidas para no perder el norte, que en definitiva es lo que nos ha sucedido en los últimos tiempos, ésa es la familia.