Invierno en el barrio rojo: pretenciosidad sin alma - Alfa y Omega

Dos amigos de la universidad, Matt (Gonzalo de Santiago) y Daniel (Alejandro Botto), comparten habitación en una visita a Ámsterdam. Matt es escritor y está desesperado. Daniel es editor, y para animar a Matt, le trae una prostituta, Cristine, a ver si lo que tiene se le pasa.

Pero…, Cristine se ha enamorado de Daniel, que previamente la ha utilizado, aunque ella ni se ha dado cuenta y se ha quedado prendada del tipo, literalmente prendada. Tras unos cuantos polvos rápidos entre los portales ha visto algo en él, una soledad de fondo, algo… El caso es que, aunque está casada con un gay (luego lo cuenta) por un matrimonio de conveniencia, y ejerce la prostitución accede a quedarse con Matt y recordarle que es un hombre.Pasa el tiempo y Cristine vuelve a encontrarse con Matt y Daniel en Nueva York. El primero se enamoró de ella tras aquella noche, y el segundo sigue siendo el sinvergüenza sin alma que vuelve a utilizarla cruelmente.

Esta obra de Adam Rapp fue finalista de premio Pulitzer, algo que me parece incomprensible dada la debilidad intrínseca tanto del texto como de la trama y de los personajes.

Foto: Antonio Castro.

El malo, malísimo y totalmente estúpido; el bueno, de tan bueno, idiota; la prostituta, unos trazos de aquí y de allá que apenas vislumbramos y que no te los crees, pero que sirve para la obra. Debe de ser que el autor tenía prisa por mostrar su tesis, lucirse en lo que piensa él sobre la vida, la literatura, el amor, lo que fuera, y una prostituta siempre es un recurso muy literario y, como todo el mundo en su obra, la utiliza. Ponga una prostituta en su obra.

Es cierto que la ficción no debe ser creíble, sino verosímil, con eso basta. Aquí el argumento hace aguas por todos lados y parece más una disculpa para larguísimos textos de Matt (sobre todo) o supuestos diálogos sobre la escritura. O sobre el amor, aunque esto último tampoco queda claro. Sale hasta Harry Potter, que le gusta a Cristine. En fin: cosas de autores a veces más pendientes de sí mismos que de lo que cuentan y puede interesar a otros.

Foto: Antonio Castro.

Los tres actores, que son y están excelentes, vaya esto por delante, hacen lo que pueden, aunque tanto Botto como De Santiago hablen a veces de modo atropellado y el primero sobreactúe algo para poder decir todo eso que el autor les asigna. Insisto: bastante hacen.

Aura Garrido, la prostituta Cristine, tiene una historia detrás que apenas se dibuja, un papel duro y machacante muy deshilachado que no puede salvar ni una esforzada interpretación ni la dirección. Estoy segura de que Marta Etura, directora de la obra, también ha hecho todo lo posible, pero el texto es… ¿pretencioso? Esa es la palabra: pretencioso, artificioso. Y, por tanto, sin alma. Muy de nuestra época.

Alma es desaparecer bajo lo que se escribe, no estar tú como autor presente todo el rato. Y es tener, por lo tanto, más amor por los personajes aunque sean odiosos o amables, es dedicarles más tiempo y matiz, no estar tú, tú, tú, detrás, siempre contándote. Es, en definitiva, no hacer un texto para epatar, —se nota demasiado—, con los elementos archisabidos de sexo, drogas, dureza de comportamiento y lenguaje, porque el resultado final que se logra es el contrario. No sales impresionada, ni mucho menos conmovida, sino muy enfadada.

Invierno en el barrio rojo

★★☆☆☆

Teatro:

Teatro Español

Dirección:

Calle Príncipe, 25

Metro:

Sol, Antón Martín

OBRA FINALIZADA