In memoriam. Un encuentro definitivo con quien es el Alfa y la Omega
Alfonso Simón falleció el pasado martes tras una vida dedicada a la evangelización periodística y al servicio. «Era un hombre absolutamente a disposición de los demás», recuerda Miguel Ángel Velasco
El día que Alfonso Simón (Madrid, 1947-2024) cumplió 50 años de su ordenación sacerdotal celebró una Eucaristía de acción de gracias y preparó una estampa en la que quedó grabado el sueño de su vida, «que era estar con Jesús. Pues ya está con Él y para siempre, y eso me hace muy feliz», acierta a decir profundamente emocionado Miguel Ángel Velasco, que coincidió con el sacerdote —fallecido el pasado martes—, durante dos décadas. Uno al frente del semanario de la archidiócesis de Madrid como director; el otro como delegado episcopal.
Según el exdirector, Simón tenía un segundo sueño, que «fue Alfa y Omega» y, precisamente, «ahora ya se encuentra con quien verdaderamente es el Alfa y la Omega». Pero lejos de ser un ensoñador, a nuestro Alfonso —permítanme el posesivo— le definía antes que nada su vocación. «Era un sacerdote de Jesucristo como la copa de un pino. Fiel, leal y enamorado del Señor», asegura Velasco. Y la humildad y el servicio, el cual practicaba «hasta lo indecible. Era un hombre absolutamente a disposición de los demás en todo momento, día y noche, en el confesionario, en la parroquia, en la universidad o en el trabajo». En Alfa y Omega, de hecho, somos testigos de tantas horas al día, tantos días al año y tantos años de su vida dedicados a sacar adelante esta publicación. Tantos que la historia de este semanario no se entiende sin Alfonso Simón.
Todo aquella dedicación tuvo un comienzo, fechado en 1994. Allí se encontraban Simón, Velasco, el periodista Álex Rosal y el entonces obispo auxiliar de Madrid, Javier Martínez. «En los primeros años fue, poco a poco, descubriendo la grandeza de la comunicación al servicio de los demás». Lo que sí tenía meridianamente claro desde el inicio, adelantándose a la denuncia del clericalismo que muchos años después universalizó el Papa Francisco, era el tipo de información que debía cubrir una cabecera católica. «Me solía preguntar en tono irónico: “Miguel Ángel, ¿qué es eso de la información religiosa? Toda la vida tiene que ver con la religión”. Él la entendía no como una información de curas y monjas, Misas y rosarios. No, la vida entera vista con ojos de fe».
Para terminar, Velasco rememora la figura de Martín Descalzo, amigo de ambos, que escribió un poemario en los últimos compases de su vida. «En él se lee: “Morir solo es morir. Morir se acaba”. Pues para Alfonso morir ya se ha acabado y vive ya para siempre al lado de su Señor», concluye emocionado, «triste y contento al mismo tiempo», el exdirector de Alfa y Omega.