Imposible - Alfa y Omega

Llevo unos días pensando en si es posible que exista un cristianismo, digno de ese nombre, y que no tenga una proyección social fuera de los corazones de quienes lo profesan. Me pregunto si se puede esperar que un discípulo del Nazareno se conforme con una relación vertical y santificante entre él y Dios. Todas las dictaduras han querido que «nos quedemos en las sacristías». Las estrategias y las acusaciones han variado: intromisión en la política, atentar contra la unidad nacional, actividades ilícitas, salirse del campo cultual, manipulación por fuerzas extranjeras, perversión de los valores nacionales, etcétera. Todo ha valido, y sigue valiendo, con la esperanza de que el Evangelio se vuelva insípido. Todos los gobiernos (municipales, autonómicos, nacionales y supranacionales) desearían ser la única referencia en cuestión de acción social. Un pueblo de Dios activo, comprometido y exigente con la dignidad de los pobres, no le agrada a ninguna autoridad.

Pero aun así. Supongamos que una opresión se hiciera tan insosteniblemente estalinista que ninguna estructura caritativa cristiana pudiera sobrevivir. ¿Podríamos decir entonces que el cristianismo sin caridad va a existir? La respuesta será siempre negativa. Los Evangelios exigen la práctica de la justicia y el amor al prójimo. Y eso lo han realizado los cristianos desde siempre, por que el Espíritu Santo nos quema por dentro frente al que sufre. Sin necesidad de organizarse ni estructurarse. El compromiso con los pobres esta unido a la fe cristiana. Las estructuras humanas, no.

Si un cristianismo social organizado y estructurado no es posible en un lugar o en una época, entonces existirá un cristianismo social no organizado (como asociación o similar), pero los cristianos siempre estarán atentos al que sufre y necesita esperanza. La historia nos muestra que durante siglos se practicó la hospitalidad, el cuidado de enfermos y moribundos, la limosna, el dar vestido y protección sin que existiera ni congregación especializada en ancianos, enseñanza, sanidad, ni ONG ni asociación, etc. Si el plan A no es factible, como servidores del Evangelio pasaremos al plan B. Pero hay que saber que una fe cristiana sin obras es imposible.