Historia de un alma, la escuela de santa Teresa de Lisieux
En esas cuartillas, la santa nos da una pista de cómo enfrentarnos a las tinieblas que nos rodean en nuestro tiempo y que tan sutilmente nos pueden contagiar, ya sea por dejadez o por el sufrimiento
Historia de un alma llegó a mí una tarde de agosto curioseando los libros de un puesto callejero. Me costó 375 pesetas y yo tenía 19 años. Ese verano, entre apuntes de economía y matemáticas, se coló en mi vida aquella carmelita, Teresa de Lisieux, para cambiar mi forma de entender y conocer a Dios para siempre. Teresita, como a ella le gustaba que la llamaran, me ha enseñado a amarle y a (intentar) vivir confiada en Él y abandonada en su amor. Y no solo eso: la espiritualidad de santa Teresita, de quien recientemente se ha celebrado el centenario de canonización, traspasa la esfera íntima de la vivencia de la fe para impregnar lo cotidiano. Ella siempre tiene una palabra tanto para nuestro día a día como para un proyecto vital que se nos presente.
Esta historia nace una tarde de invierno en la que Teresa, calentándose en un brasero, junto a sus hermanas de sangre, en el carmelo de Lisieux con ella, recuerda anécdotas de su niñez. Teresita tenía mucha gracia para contar historias e imitar voces. Además, componía poesías y obras de teatro para la comunidad. Así que su hermana María insta a Inés, madre priora en ese momento, a que recoja por escrito esos recuerdos de infancia para las cuatro hermanas Martín.
Teresa dice que, antes de comenzar a relatar su historia, se arrodilló ante la Virgen, pues no quería «trazar ni una sola línea que no sea de su agrado». También abrió el Evangelio. Es entonces cuando toma la pluma. La muerte prematura de su madre (ella tenía 4 años), que afecta muchísimo a su carácter; la mudanza de Alenzón a Lisieux; su Primera Comunión; los escrúpulos que sufrió año y medio; la extraña enfermedad que es curada por intercesión de la Virgen; la gracia de Navidad (que le hace superar su extrema sensibilidad)… Teresita va desgranando sus primeros años intercalando, además, un conocimiento de la Sagrada Escritura maravilloso y sencillo que nos la hace muy comprensible y que nos puede inspirar en nuestra propia historia.
Teresa lo pasa muy mal en el colegio. Educada por sus hermanas en casa de una manera exquisita, los cinco años que está en él son los más dolorosos de su vida. Sufre en silencio la envidia de una compañera «de mil maneras» y lo supera con el cariño que recibe en familia. Su corazón descansa en su hogar con su padre y sus hermanas. Aunque la vida familiar de los Martin no está exenta de dificultades ni de dolor, Dios está en el centro y le da sentido a todo.
Vuelve a ser su hermana María la que le pide un recuerdo de su último retiro y de lo que intuye que será el «caminito» o «doctrina» de su hermana. Así se va escribiendo esta historia del alma de Teresa de Lisieux.

Teresita toma unas hojas, las divide por la mitad y escribe una carta a Jesús. De esas cuartillas sale la clave de su vocación y, quizá, también de la nuestra: el amor. En el corazón de la Iglesia ella será el amor. Es difícil no sentirse invitado a serlo también, ya que podemos creernos muchas veces «inútiles» y con la autoestima por los suelos; pero siempre, siempre, podemos amar y encontrar nuestro lugar en la Iglesia y en el mundo a través del amor.
Teresa también se enfrenta a la prueba terrible de la fe, es tentada hasta el punto de tener miedo de haber blasfemado, duda de la existencia de un cielo… y nos da una pista de cómo enfrentarnos a esas tinieblas que nos rodean en nuestro tiempo y que tan sutilmente nos pueden contagiar, ya sea por dejadez o por el sufrimiento.
Nos pide ser valientes. Dar un primer paso. Levantar el pie. A pesar de nuestras infidelidades, nos anima a volvernos siempre a Dios, no importa nuestro estado; a alegrarnos de ser débiles y pequeños, convencida de que a los pequeños se les permite comparecer ante Él. Confiemos en el Señor. Hagámoslo: en este mundo de apariencias y postureo, seamos pequeños.
Los manuscritos autobiográficos de santa Teresita terminan hablando de la caridad. Un cuaderno negro que depositan en su regazo de enferma para que escriba sobre su vida religiosa recibe sus pensamientos sobre la caridad y su puesta en práctica: «No basta amar, hay que probarlo». Así ,ella se gana el corazón del Padre sonriendo a la hermana que la desagrada en todo porque «ve a Jesús escondido en el fondo de su alma». Acompaña a una hermana mayor y maniática cada día a cenar y, además, le presta un pequeño servicio que no ha pedido; y (de nuevo) le sonríe. En el estudio de pintura «hace de tripas corazón» para no reclamar con mal tono los objetos que le faltan.
El Papa Francisco, gran conocedor de la Santita, la consideraba su amiga. Le dedicó una exhortación apostólica: Es la confianza. Pudimos ver una rosa blanca sobre su sepulcro recordando esta amistad. Teresita prometió pasar su cielo haciendo el bien de la tierra y lo está cumpliendo desde hace más de un siglo.