Haz del mundo una casa de hermanos - Alfa y Omega

Recuerdo que, cuando comencé a escribir mi carta pastoral de inicio de curso, pensaba en la llamada del Papa Francisco a alcanzar un Pacto Educativo Global. La carta la titulé «Quiero entrar en tu casa». Son las palabras que dirige Jesús a Zaqueo. Fijando en él la mirada, le dice: «Baja, date prisa, quiero entrar en tu casa». Hace falta que en esta casa común también entre y llegue la propuesta de Jesús. El Pacto Educativo Global quiere provocar entre los hombres una nueva solidaridad universal, hoy necesaria y urgente. Y esto tiene que ver con la misión que el Señor entregó a la Iglesia: hacer posible que los hombres nos encontremos como hermanos que somos, que se desarrolle con todas las consecuencias la cultura del encuentro y cuidemos la casa común para que todos podamos disfrutar de los bienes que Dios mismo nos entregó.

¿Cómo no aplicar al mundo de la educación las enseñanzas que el Papa Francisco nos entrega en las encíclicas Laudato si y Fratelli tutti? Propone cuidar a las personas; cuidar el planeta; cuidar nuestra relación de hijos de Dios y, por ello, de hermanos; asumir la propuesta de la fraternidad humana… Ya decía el propio Papa que «la prioridad de la educación católica es humanizar». El humanismo cristiano, el que nos regaló Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, ese es el que hemos de promover. En el mandato de Jesús de anunciar la Buena Noticia está inscrito este mandato.

Hemos de sumarnos a vivir e implantar una nueva alianza por la educación en la que la persona vuelva a ocupar un lugar central. Nos decía el Papa Francisco: «Una ciencia que pretenda ofrecer soluciones a los grandes asuntos, necesariamente debería sumar todo lo que ha generado el conocimiento en las demás áreas del saber, incluyendo la filosofía y la ética social» (Laudato si, 110). Y hay que sumar también la religión, que nos da y aporta respuestas en clave de humanización. No son extrañas para nosotros estas palabras del Pontífice, pues experimentamos esta realidad que él nos acerca: «En la realidad concreta que nos interpela, aparecen diversos síntomas que muestran el error, como la degradación del ambiente, la angustia, la pérdida del sentido de la vida y de la convivencia. Así se muestra una vez más que la realidad es superior a la idea» (Laudato si, 110).

Detrás de esta llamada a realizar un Pacto Educativo Global está también el deseo de hacer llegar la educación a todos los pueblos de la tierra. La propuesta educativa ha de provocar un cambio del corazón, que entendamos que nos necesitamos, que nadie sobra ni se puede discutir la dignidad de nadie. Hemos sido llamados a movilizarnos y a repensar la educación: escuchémonos, dialoguemos, perseveremos juntos. Estamos invitados a lograr una alianza educativa a fin de hacer posible la fraternidad universal. ¿Qué bases tenemos que poner para lograr este Pacto Educativo Global?

1. La cultura del encuentro. Los seres humanos estamos creados de tal manera que no podemos realizarnos ni desarrollarnos como tales, ni encontrar plenitud, más que cuando hacemos la opción de desarrollar lo que Dios puso en nuestra vida. Creados para entregarnos totalmente a los demás, nos reconocemos en nuestra verdad auténtica en el encuentro con los otros.

2. La acogida de y en la diversidad. Hemos sido creados para amar, para salir de nosotros mismos. Nuestra vida es sana y verdadera cuando nos abrimos a los otros, cuando acogemos a los otros en su diversidad. Nos dice el Papa Francisco que «todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar» (Fratelli tutti, 92).

3. La práctica del diálogo con todos. No somos amigos de quienes eliminan el variado paisaje y colorido que tiene nuestra humanidad; necesitamos aprender a vivir juntos, con paz, con esa armonía que haga posible un canto con idiomas diferentes y notas diversas. Es lo que el Papa Francisco llama la «amistad social».

4. El derecho de todo ser humano a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente. ¡Qué bueno es hacer comprender y entender que la dignidad de todo ser humano se funda en el valor de su ser! Dejemos de mirar y poner los fundamentos en las circunstancias que le rodean o en las que se instala. Para lograrlo es clave la educación. En este camino debe ofrecerse la dimensión trascendente para que, quien quiera, la acoja en su vida y le ponga nombre. Así la educación se revela como el camino más admirable y verdadero para construir y devolver la dignidad humana y la fraternidad universal.

5. Una vida en y con esperanza. No podemos ignorar las sombras que asolan a la humanidad; lo estamos viendo en estos momentos de la pandemia. Pero al mismo tiempo sabemos que hay futuro y presente si generamos relaciones de pertenencia. Somos los unos de los otros y los unos para los otros. Dios sigue regalándonos el bien, nos hace ver que nuestra vida está tejida y sostenida por personas concretas, desde nuestros padres a los educadores que en los diversos niveles de la vida nos acompañaron. Estamos tejidos por las vidas de los demás. Hay sed, hay aspiraciones, hay deseos de plenitud, hay ganas inmensas de vivir, buscar y ser entretejidos por la verdad, la belleza, la justicia y el amor. El Pacto Educativo Global pasa por una opción por una educación humanizadora, en la que se propicie que el ser humano salga de sí mismo, tenga la posibilidad de encontrarse con Dios y sea buscador y emprendedor de justicia, paz, solidaridad y fraternidad. El Papa Francisco propone los tres lenguajes de la educación: de la mente, del corazón y de las manos.