Hacer en bien compensa - Alfa y Omega

Hacer en bien compensa

Miércoles de la 11ª semana de tiempo ordinario / Mateo 6, 1-6. 16-18

Carlos Pérez Laporta
Cristo. Vidriera de la catedral de Santa María de Glasgow, Escocia. Foto: Lawrence OP.

Evangelio: Mateo 6, 1-6. 16-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

Comentario

Jesús contrapone la recompensa social de la justicia a la recompensa secreta de Dios: «Tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará».

La visibilidad está ligada a la moral, porque las consecuencias sociales siempre tienen un efecto sobre nuestros actos. De niños y adolescentes nos hacemos responsables cuando padreamos nuestra soledad, como dice Luis Rosales; esto es, cuando calibramos nuestros actos con la mirada de nuestros padres.

En ese sentido, podría llegarse a argumentar que ante la invisibilidad total de nuestros actos nadie haría el bien. Lo argumenta Glaucón en la República de Platón, al hilo del mito del anillo de Giges. En el uso de ese anillo, que provoca la invisibilidad, todos haríamos el mal que deseamos y que dejamos de hacer por las consecuencias sociales. Tolkien lo tomará como referencia para el personaje de Golum, que en su invisibilidad robaba y mataba: fue degenerando su figura hasta llegar a tener un aspecto monstruoso. Esa idea presupone que el bien hace bien al hombre que lo hace, y el mal hace mal al que lo comete.

Pero Jesús no habla de otra cosa. No solo hay un efecto social e interno. Dios ve en lo escondido. Además, aquí Jesús no habla de castigos sino de recompensas. No habla de evitar el mal, sino de hacer el bien. Si la recompensa social es la buena fama, ¿cuál es la recompensa de hacer el bien en la intimidad del Padre? La recompensa es, sencillamente, ser visto por Él. Hacer el bien compensa, porque nos sitúa ante el sumo Bien. Hacer oración, ayunos y limosnas en lo escondido compensa porque nos permiten vivir con Él.