¡Gracias, Juan! - Alfa y Omega

«Cada semana me gusta más Alfa y Omega, Miguel Ángel, y sabes de sobra que te lo digo de verdad». Juan Velarde Fuertes era un economista prestigioso y reconocido internacionalmente; era un asturiano veraz, leal, español hasta la médula del alma; era un intelectual católico de primera línea, amabilísimamente firme en sus hondas convicciones, unánimemente elegido, con harta razón y sin la menor sorpresa, presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas; era un humanista en el más pleno y rotundo sentido de la palabra; era un hombre de familia y de estudio, y era, ante todo y sobre todo, un hombre bueno y sabio —yo no sabría decir ahora mismo cuál de las dos cosas era más…—. Y le encantaba honrar las páginas de este semanario con su habitual colaboración.

Nos encontrábamos a menudo, menos de lo que a mí me habría gustado, y siempre donde teníamos que encontrarnos: ante el Señor. Charlábamos y recordábamos aquel Ya de Mateo Inurria 15, donde tuve la suerte inmensa de conocerle y en cuyo consejo de redacción él escribía sus impecables editoriales económicos en aquellos años fundamentales de la Transición.

Experto máximo en dulces, contaba deliciosamente sus recorridos por las confiterías de Avilés, Gijón, Oviedo y Santander cuando iba a sus fabulosos encuentros en La Granda, que él organizaba con mimo y lucidez inmensa cada temporada, o a aquellos cursos inolvidables y fascinantes en la cántabra Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Era un privilegio y un placer escucharle y aprender, día tras día, de su impresionante sabiduría práctica. Podían caer chuzos de punta, que caían, pero si le pedías algo sabías que podías contar con ello, porque él no te fallaba nunca.

Formaba parte, con José María García Escudero y con otros cuantos amigos más que Dios ya se ha llevado con Él también, de los imprescindibles españoles de la conciliación, casi todos de Tácito, sin los cuales la Transición a la democracia en España hubiera sido absolutamente imposible, Y, por desgracia, basta echar un vistazo al erial en el que, sin ellos, se han convertido la política, la economía y sus derivados y compuestos, medios de incomunicación incluidos. Menos mal que, a Dios gracias, todavía queda alguno de comunicación. Querido Juan, te echo mucho de menos. Gracias por tu vida.