Gracia, misericordia y paz - Alfa y Omega

Gracia, misericordia y paz

Jueves de la 3ª semana del tiempo ordinario. San Timoteo y San Tito / Marcos 4, 21-25

Carlos Pérez Laporta
Timoteo y Tito. Vidriera de la iglesia de San Juan Bautista en Cirencester, Inglaterra. Foto: Junes & Jenny.

Evangelio: Marcos 4, 21-25

En aquel tiempo, Jesús dijo al gentío:

—«¿Se trae la lámpara para meterla debajo del celemín o debajo de la cama?, ¿no es para ponerla en el candelero?

No hay nada escondido, sino para que sea descubierto; no haya nada oculto, sino para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga». Les dijo también:

—«Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene».

Comentario

Timoteo y Tito pasaron a ser lámpara para el mundo. Su testimonio y sus vidas fueron luz para muchas gentes. No sabemos gran cosa de ellos, pero sus vidas están asociadas a la de san Pablo. Basta detenerse en las cartas dirigidas a uno y a otro para constatar el afecto profundo de san Pablo por estos dos: «Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor y Salvador nuestro». Con estas palabras se dirige a ellos en sus cartas. A Timoteo, además, se refiere como «hijo querido».

A nosotros puede parecernos una formalidad, porque estamos acostumbrados a escuchar esas expresiones, y porque para nosotros su lectura constituye un rito. Pero para aquellos primeros cristianos este lenguaje era nuevo, y remitía a realidades muy hondas y muy personales. La gracia, la misericordia y la paz, remitían para Tito y Timoteo la experiencia de Cristo que habían hecho con san Pablo: conocerle fue una gracia divina, porque experimentaron la misericordia de Dios y su vida se llenó de paz. Cristo era el Señor y Salvador nuestro, compartido con Pablo: habían reconocido al mismo Dios, les había salvado la vida el mismo Dios, con el que tenían una relación tan personal como para llamarlo suyo y tan abierta como para compartirla.

Desde entonces habían pasado a ser lámpara luminosa para las gentes, porque ellos trataban a los demás como Pablo les había tratado a ellos. «La medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces», había dicho Jesús. Ellos fueron tratados con misericordia y llevaban la misericordia allí donde iban. Por eso, Dios los conserva en esa misericordia por toda la eternidad.