Goliath. Lenguaje manipulado antes que hechos - Alfa y Omega

Goliath. Lenguaje manipulado antes que hechos

Juan Orellana
Escena de 'Goliath'
El lobista Mathias Rozen (dcha.) representa los intereses económicos de las empresas. Foto: Obrother / Christine Tamalet.

Patrick Fameau (Gilles Lellouche) es un abogado en horas bajas que acepta el caso de una clienta, Lucie Tauran (Chloé Stefani), que achaca el cáncer mortal de su pareja, Margot, a la tetrazina, un componente químico presente en los pesticidas que se usan en los cultivos a nivel industrial y que fabrica la empresa Phytosanis. Así que mientras Patrick se enfrenta en solitario a una poderosa multinacional, esta cuenta con la ayuda impagable de la Agencia Better World, un lobby que se encarga con éxito de convencer a políticos, medios de comunicación y científicos de la inocuidad y bondades de la tetrazina.

La película es poco original en lo que se refiere al enfrentamiento judicial entre un aparente perdedor (David) y un gigante empresarial (Goliat), ya que se trata de un argumento recurrente en la historia del cine. Tampoco es nuevo el asunto de las denuncias medioambientales —recordemos la reciente Aguas oscuras (T. Haynes, 2019)—, aunque este tema tiene su filón en el cine documental. Menos trillada es la cuestión del poder de los grupos de presión y su influencia en ámbitos políticos internacionales como la Comisión Europea. Y, de hecho, esta es la trama mollar de la película. El lobista principal, Mathias Rozen (Pierre Niney), es un mago de las palabras. Los hechos no importan, son tan complejos que siempre pueden verse como botella medio llena o medio vacía, según convenga. Los datos son tan numerosos que se pueden seleccionar a la carta. Pero lo decisivo es el lenguaje, saber usar las palabras, manipularlas para que consigan determinadas respuestas emocionales y psicológicas en el interlocutor.

Impresiona ver en la película cómo políticos y científicos usan en público exactamente las mismas expresiones que el lobista Rozen ha usado en sus informes: «La tetrazina es menos cancerígena que los caramelos que damos a los niños, los cuales no están prohibidos». La verdad no importa, solo los intereses económicos del Goliat de turno. Cualquier cosa se puede lavar, reciclar y vender como buena. Por muy monstruosa que sea.

Aunque la cinta es bastante maniquea, tiene a su favor que muestra el desgaste moral y humano de alguno de los lobistas. No son «malas» personas, sino que «hacen su trabajo», y «los negocios son los negocios», en la línea de lo que el filósofo Belohradský llamaba la escatología de la impersonalidad. El filme del director y guionista Frédéric Tellier es menos esperanzada y más desencantada que, por ejemplo, su anterior trabajo, Salvar o morir (2018).

A la película le sobran dos cosas: su cuota de corrección política en temas de género y su cierto emotivismo. Pero habla de cosas reales que vemos todos los días y que van calando en la sociedad: la sensación creciente que tiene el ciudadano de que solo se entera de aquello que los de arriba quieren que se entere, y de la forma que ellos deciden. Y los de arriba no son los políticos, sino los de más arriba, los que detentan los grandes poderes económicos del mundo.

Goliath
Director:

Frédéric Tellier

País:

Francia

Año:

2022

Género:

Drama

Público:

+12 años

Cartel de 'Goliath'