Gentes: Michel-Marie Zanotti, sacerdote en Marsella (en Palabra)
Cuando conocí el barrio de mi parroquia, todo me pareció descuidado y abandonado. Lo primero que hice fue abrir el sagrario y cambiar los corporales. Puse a Jesús en paños blancos limpios y, a continuación, limpié y embellecí la iglesia; no se puede creer en la presencia de Cristo si el lugar no está perfecto. Enseguida abrimos la iglesia doce horas al día, y comenzamos a rezar el Rosario tres veces al día. La liturgia, la música, la fuerza de la predicación, la belleza de los ornamentos… hablan al corazón, y hacen pensar a nuestro espíritu que Cristo está ahí. Hacen falta Misas en las que el sacrificio de Cristo sea magnificado.
Edición impresa