Los hidalgos también ponen lavadoras - Alfa y Omega

Los hidalgos también ponen lavadoras

Javier Aranguren y Enrique García-Máiquez, galardonados en el I Premio de Ensayo Sapientia Cordis, llaman a los lectores a emular al rey Arturo y «sacar de la piedra que somos la espada que seremos»

José Calderero de Aldecoa
Aranguren (izq.) y García-Máiquez durante la entrevista con 'Alfa y Omega'
Aranguren (izq.) y García-Máiquez durante la entrevista con Alfa y Omega. Foto: José Calderero de Aldecoa.

Enrique García-Máiquez y Javier Aranguren —sentados delante de la grabadora de Alfa y Omega— se han despojado de sus ropajes de escritor, poeta y columnista, el primero; y de filósofo y profesor, el segundo, para enfundarse en la túnica de un redentor moderno que aspira a salvar a la humanidad de una existencia anodina con la única arma de la palabra impresa. Ejecutoria y Figurantes, obras con las que uno y otro han sido galardonados respectivamente con el I Premio de Ensayo Sapientia Cordis, de CEU Ediciones, «no son un alarde de erudición vacía ni palabras huecas. Son una flecha directa a remediar el sufrimiento del hombre», dijo Ana Rodríguez de Agüero, directora de la editorial, durante la presentación la semana pasada en la Universidad CEU San Pablo.

Bio

Javier Aranguren (Madrid, 1969) es doctor en Filosofía. Actualmente trabaja en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid. Ha dado clases en las universidades de Navarra, La Sabana (Colombia), Montevideo (Uruguay) y Strathmore (Kenia). Ha escrito El lugar del hombre en el universo (Eunsa), ¿Qué es un ser humano? (Rialp) o Mi nadir, en el que relata una experiencia cercana a la muerte cuando la COVID-19 tomó su cuerpo.

El pecado del que han venido a salvarnos ambos es el de la intrascendencia. Ejecutoria reflexiona sobre la nobleza de espíritu presente en cada ser humano y su necesidad de practicarla en el contexto sociopolítico actual. «Reivindico la llamada universal a la hidalguía», proclama García-Máiquez, que acude a la cita de ambos con Alfa y Omega ataviado con una corbata roja y una americana azul marino. Figurantes, por su parte, se trata de una obra repleta de retazos cotidianos que, de no haber sido escritos, se habrían olvidado, pero que el autor busca perpetuar a través de la palabra impresa. ¿El motivo? «Son gestos habituales que se encuentran sin embargo cargados de sentido y significado», explica Aranguren durante la conversación a tres. Su intención al escribir el texto es animar al lector a pasar de figurante a protagonista o, mejor dicho, darse cuenta de que todos somos figurantes en un momento dado, pero de que al mismo tiempo somos los protagonistas de una historia maravillosa, que es la vida de cada uno. Sería algo así como «hacer endecasílabos de la prosa diaria», como solía decir san Josemaría Escrivá, primer gran canciller de la Universidad de Navarra, institución en la que coincidieron ambos autores y que rememoraron durante la presentación.

Bio

García-Máiquez es autor de varias obras, entre las que destacan sus ocho libros de poesía, dos de aforismos y tres de diarios, además de un reciente ensayo, Gracia de Cristo. Es una firma habitual en varios medios de comunicación como La Gaceta, El Debate, la revista Misión y los diarios del Grupo Joly. También es académico de número de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras, y correspondiente de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.

De esta forma, la pregunta sería: ¿Cómo «sacar de la piedra que somos la espada que seremos», y que todos llevamos dentro?, propone García-Máiquez en su libro haciendo alusión al Arturo del mito caballeresco. «Yo hago cierto hincapié en la voluntariedad. El hidalgo es alguien que se empeña en ser hidalgo». Como ejemplo, el escritor cita a don Quijote: «Un señor que está en su casa y se empeña en ser caballero a pesar de que sabe que le va a costar el ridículo», subraya. Y añade: «La nobleza de espíritu hay que buscarla para que deje de estar latente y se convierta en la semilla de una aventura vital». Javier Aranguren, por su parte, alerta del fenómeno contrario. «Alguien puede tener títulos de nobleza y no ser en absoluto hidalgo, porque le falta esa decisión de vivir como viven los caballeros». Y, en cambio, «uno puede tener el trabajo más humilde, como puede ser poner lavadoras, y hacerlo con profundísima hidalguía porque, por ejemplo, le encanta pensar que sus hijos van a estar más cómodos con el nuevo suavizante», concluye el autor de Figurantes.