Gabriele Münter y su libertad artística y personal - Alfa y Omega

Gabriele Münter y su libertad artística y personal

En una apuesta por las artistas de los siglos XX y XXI, el Thyssen nos pone ante una mujer que tomó lo que quiso de la vanguardia sin renunciar a sí misma

Javier García-Luengo Manchado
'Callejón en Túnez'. The Gabriele Münter and Johannes Eichner Foundation (Múnich)
Callejón en Túnez. The Gabriele Münter and Johannes Eichner Foundation (Múnich). Foto: Gabriele Münter, VEGAP, Madrid.

El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid prosigue con su certera apuesta a la hora de revindicar y reclamar el papel de tantas artistas a lo largo de los siglos XX y XXI, descubriendo en muchos casos figuras ignoradas por el gran público. Así acontece con la muestra consagrada a la pintora Gabriele Münter (1877-1962), de la que podemos disfrutar hasta el próximo 9 de febrero.

Apenas conocida en España, esta exposición nos pone ante una de las principales protagonistas del expresionismo alemán. Este objetivo se alcanza gracias a la colaboración entre el museo anfitrión, The Gabriele Münter and Johannes Eichner Foundation, y la Städtische Galerie am Lenbachhaus und Kunstbau de Múnich.

Uno de los grandes aciertos de la iniciativa es la presencia de fotografías de esta misma autora, que se incluyen junto a sus pinturas. Confrontar el cultivo de ambas disciplinas nos permite constatar hasta qué punto la creadora alemana generó un discurso estético tan contemporáneo como rupturista. Su concepción del paisaje, de la etnografía, del retrato, se muestran parejos en sus investigaciones pictóricas y fotográficas. El diálogo con su aquí y con su ahora, con su gente, con sus amigos y, sobre todo, con su yo, acabaron por enarbolarse cual tema de fondo de una producción donde el color como paradigma expresivo llegaría hasta sus últimas consecuencias.

Los autorretratos

La presente muestra se inicia con una sección dedicada al autorretrato. Aquí podemos ver a Münter experimentando consigo misma, con su gestualidad y, por supuesto, con su orgullo como pintora cuando se efigia paleta y pincel en mano.

A partir de ahí, los diversos apartados de esta exposición se articulan a través de un recorrido cronológico siempre vinculado a los diferentes viajes y estancias que la pintora efectuó en Francia, Dinamarca, Estados Unidos o Suecia; si bien entre todos los lugares donde residió, la ciudad bávara de Murnau siempre fue referencia y semillero para su creación. Allí vivió sus felices años con Kandinsky, participando activamente de los principios esenciales de El Jinete Azul (Der Blaue Reiter), grupo expresionista de Múnich cuya actividad se desarrolló en los años inmediatamente anteriores a la Primera Guerra Mundial. El componente espiritual de aquel grupo, la «necesidad interior» —Kandinsky dixit— con la que autores como Paul Klee, August Macke o músicos como Arnold Schönberg concebían la praxis artística, no fueron ajenos a los sentimientos y emociones de Münter, quien también en alguna ocasión llegó a decantarse por una abstracción cromática donde el color, cual puro sentimiento, no haría sino reflejar sus propias emociones y una vida interior de arrebatada personalidad.

Tras los desmanes propios de la Gran Guerra y la consecuente posguerra, amén de su estado anímico, Münter retomaría los pinceles en los años 30, cuando en Alemania volvían a sonar tambores de guerra. Una vez más apostó por la modernidad, que entonces encarnaba la nueva objetividad, otra tendencia del expresionismo alemán cuya comunión con la realidad y la figuración no era ajena al compromiso y a la denuncia social. Todos estos motivos están también presentes en su fotografía, a la que se siguió dedicando.

En definitiva, la muestra nos pone ante una mujer cuya independencia intelectual le hizo tomar de la vanguardia lo que más le interesó para dar rienda suelta a su rico mundo interior, sin por ello renunciar a la libertad artística y personal.