Gabriele Gionti: «El big bang fue un tema de frontera entre la ciencia y la fe»
Gabriele Gionti es italiano, jesuita, físico teórico y vicedirector del Observatorio Astronómico Vaticano, más conocido como la Specola Vaticana
«La Specola Vaticana se creó para dar testimonio de que sacerdotes y religiosos se pueden ocupar de la ciencia», explica este jesuita, uno de los 15 que trabaja en el Observatorio Astronómico Vaticano. Lo refundó León XIII en 1891, sobre los cimientos de tres instituciones anteriores. Como astrónomo, le suelen preguntar si existe vida en otros planetas. Él se muestra abierto.
¿Por qué todos en el Observatorio Astronómico Vaticano son jesuitas?
La Specola Vaticana fue fundada en 1891 por León XIII. La dirigía el padre barnabita Francesco Maria Denza. Tras su muerte, fue director por un tiempo un agustino que no era astrónomo ni meteorólogo. Después, en 1906 se eligió como director al padre Giovanni Hagen, quien ya había dirigido el observatorio de la Universidad de Georgetown, en Washington D. C. Desde entonces se estableció que la Specola Vaticana fuera dirigida por una comunidad de jesuitas. Es una obra vaticana, no de la Compañía de Jesús, aunque es su padre general quien escoge al director.
El observatorio se tuvo que trasladar a Castel Gandolfo por la contaminación lumínica de Roma. ¿Viven ustedes en el palacio?
Somos una sola comunidad dividida en dos casas, una en Castel Gandolfo y otra en Tucson (Arizona). Antes sí estábamos en el palacio pontificio, pero ahora tenemos una nueva sede en un exconvento de hermanas basilianas. El telescopio que hay en Castel Gandolfo ya no lo usamos para investigación, solo para exhibiciones. A la gente que viene les enseñamos los planetas y la Luna. Hay visitas organizadas por los Museos Vaticanos y también por nosotros mismos. Los que necesitamos un observatorio tenemos un telescopio en Tucson. Aquí al final tampoco se podía hacer por la contaminación lumínica.
¿Quiénes son en esa casa y cómo es su día a día?
Somos siete padres, todos científicos menos uno dedicado a la administración. Por la mañana cada uno trabaja en su investigación, rezamos la hora intermedia a las 13:20 horas, comemos juntos y tenemos una Misa comunitaria a las 19:00 horas. El palacio pontificio está para las visitas y a veces hacemos en él conferencias para grupos. Aunque el número de jesuitas esté descendiendo, los que somos científicos seguimos siendo muchos.
Estarán en contacto con muchos científicos laicos y de otros países. ¿Les sorprende trabajar con ustedes?
La mayor parte de los científicos que trabajan con nosotros son no creyentes, pero hay un gran respeto por lo que hacemos. Para esto se fundó la Specola Vaticana: para dar testimonio de que los sacerdotes y religiosos se pueden ocupar de la ciencia, sobre todo cuando se piensa que la Iglesia está anticuada.
¿Han dado algún científico especialmente relevante al mundo?
Ninguno se ha vuelto famoso, pero en las décadas de 1950 y 1960 hicimos investigaciones muy relevantes sobre las estrellas variables, que tienen una intensidad luminosa inconsistente. Otro investigador y yo mismo hemos propuesto una hipótesis importante de la que todavía no estamos seguros. Es sobre la inflación cosmológica, un periodo durante los primeros momentos del universo en el cual este se expandió mucho más rápido que como se expande ahora. Los cálculos que hemos hecho podrían ser relevantes.
Imagino que muchos les preguntarán si existe vida en otros planetas.
Es la pregunta que más nos hacen. Y sí, es posible. Muchos de nosotros se dedican a temas de frontera entre la ciencia y la fe. Son ideas que estimulan la reflexión teológica. Por ejemplo, en sus inicios el estudio del big bang fue uno de estos temas de frontera. Pero esto demuestra que la Iglesia no está contra la ciencia, sino que hay científicos que son también personas de fe.