Los 100 días desde la invasión rusa de Ucrania han revolucionado la política exterior europea. Desde el mismo 24 de febrero, la Unión Europea y sus Estados miembro expresaron una condena enérgica y ofrecieron ayuda a Ucrania. También dictaron medidas restrictivas contra Rusia para sancionar su violación del derecho internacional. Con el transcurso de los días, sin embargo, se produjo una evolución distinta: se pasó de condenar la invasión a considerar a Rusia como amenaza. La presidenta de la Comisión dijo el 12 de mayo: «Rusia es hoy la amenaza más directa para el orden mundial, con su guerra bárbara contra Ucrania y su preocupante pacto con China». Esto cambia el planteamiento de las relaciones exteriores de la Unión, que nunca antes había considerado a estos actores como amenaza.
La nueva visión conduce a levantar muros que recuerdan más a la Guerra Fría que a la etapa de la globalización. Algunos socios europeos están haciendo planes para cortar los vínculos comerciales con Rusia en el largo plazo. Alemania ha aumentado su gasto militar. El temor a nuevas acciones militares rusas ha llevado a Finlandia y Suecia a solicitar su ingreso en la OTAN, iniciativa que ha sido apoyada en las capitales de la UE y en Washington. La cumbre de Madrid del 29 y 30 de junio será la ocasión para dirigir la planificación estratégica de la alianza hacia Rusia, dando menos importancia al flanco sur y a otros peligros acuciantes como el deterioro del medio ambiente.
La conclusión de que Rusia es un adversario de la Unión Europa se ha alcanzado sin un verdadero debate, en el calor de la réplica a una guerra injusta. Se fundamenta en el presupuesto de que Rusia tiene la intención de atacar militarmente otras partes de Europa. Por su lado, seguramente Rusia interpretará que las medidas tomadas son a su vez amenazas, lo que puede desencadenar una espiral con consecuencias muy negativas para el futuro de Europa.
Hay otra hipótesis de trabajo que no debería descartarse. Es posible que la invasión de Ucrania fuera el resultado de una reivindicación territorial mal resuelta por parte de Putin. Es probable que Rusia no tenga ni la capacidad ni la intención de atacar otras partes de Europa. Si esta hipótesis es cierta, sería un error colectivo alentar una competición estratégica, que supondría una vuelta al pasado con el riesgo consiguiente de una carrera armamentística y del empleo de armas nucleares.
Por supuesto, esto no significa que la invasión de Ucrania sea menos condenable. Rusia debería comportarse conforme a las normas internacionales de prohibición de la fuerza armada, respeto de los derechos y libertades, y no intervención en los asuntos internos de otros estados. Cualquier reivindicación territorial debe ser perseguida por medios pacíficos.
La invasión rusa es ilícita y la respuesta europea debe ser firme, pero, al mismo tiempo, habría que evitar una escalada de consecuencias indeseables para la paz mundial. La historia demuestra que las percepciones equivocadas conducen a enfrentamientos que podrían haberse evitado. En la etapa de la globalización, resulta esencial aprender esta lección del pasado, porque un conflicto de proporciones mundiales tendría hoy consecuencias nefastas.
A diferencia de las potencias tradicionales, la Unión Europea no está diseñada para participar en confrontaciones estratégicas. El Tratado de la Unión estableció los propósitos de su política exterior, de seguridad y defensa, que incluyen fomentar un sistema internacional basado en el diálogo, de acuerdo con la Carta de Naciones Unidas.
Para la Unión Europea, las amenazas no vienen de potencias extranjeras sino de riesgos comunes que requieren la cooperación de todos. La Estrategia Europea de Seguridad identificó cinco amenazas principales: terrorismo, proliferación de armas de destrucción masiva, conflictos regionales, descomposición de los estados y delincuencia organizada. El informe de actualización de dicha estrategia mencionó también la ciberseguridad, la seguridad energética y el cambio climático. En ningún documento de la UE se declara que países concretos sean enemigos o amenazas. El día que esto ocurra, cambiaría la naturaleza de la Unión.
La respuesta por parte de la Unión Europea a las violaciones del derecho internacional no puede ir contra los propios valores sobre los que se asienta. Si queremos la paz, debemos trabajar para conseguirla, y no para preparar la guerra. Tenemos la enorme responsabilidad de proteger el avance histórico que supone la integración entre estados y la superación de siglos de guerras. Hacia el futuro, la Unión es el instrumento imprescindible para lograr fines tan esenciales como reforzar la gobernanza global, proteger los derechos humanos en todo el mundo y detener el cambio climático.