Cardenal Aguiar: «Francisco tiene rasgos muy fuertes de León XIII» - Alfa y Omega

Cardenal Aguiar: «Francisco tiene rasgos muy fuertes de León XIII»

El arzobispo primado de México defiende que el pontificado de Bergoglio sigue la estela de sus predecesores y asegura que no va a renunciar por incapacidad física. Hablará de ello en un congreso en Madrid

Fran Otero
El cardenal Aguiar trabajó mano a mano con el entonces cardenal Bergoglio en la Conferencia de Aparecida (Brasil) en 2007. Foto: EFE / Mario Guzmán.

Han pasado ya algunos días del décimo aniversario de la elección de Francisco, pero la celebración y la acción de gracias continúan. Cuando tenga lugar el congreso organizado por la Pastoral Universitaria de la archidiócesis de Madrid —en colaboración con la Universidad CEU San Pablo—, los días 29 y 30 de marzo, para repasar el magisterio del Pontífice argentino de la mano de grande expertos, se cumplirá una década de su primer triduo pascual como Papa con su novedosa visita a una cárcel el Jueves Santo y el vía crucis en el Coliseo.

Entre los participantes del evento de Madrid destaca uno que conoce muy bien a Francisco, iberoamericano como él, ambos con responsabilidades en sus países y en la región. Se trata de Carlos Aguiar Retes, hoy arzobispo primado de México, sede a la que lo envió, precisamente, Francisco. También le confió la púrpura cardenalicia. Su tema en el congreso es la continuidad del actual Papa respecto a sus predecesores, una cuestión nada baladí cuando desde algunos sectores dentro y fuera de la Iglesia no solo se cuestiona, sino que se contrapone.

La propuesta del cardenal Aguiar va mucho más atrás de los Pontífices inmediatamente anteriores. Se remonta nada menos que a León XIII. «Fue un Papa de transición. Con la Rerum novarum planteó la necesidad de preocuparse por los trabajadores. Hasta entonces, los Papas solo se ocupaban de mantener una buena relación con las autoridades». Pero no solo fue León XIII. También aparece Pío X, que fue el que instituyó la Acción Católica: «Introduce a los fieles en la actividad apostólica». En este recorrido aparecen Benedicto XV, Pío XI y Pío XII. Este último «ve la necesidad de un cambio, de que todos los obispos del mundo se reúnan para ver por dónde tiene que caminar la Iglesia para responder a los desafíos del momento». La guerra lo interrumpió y fue Juan XXIII el que convocó el Concilio Vaticano II.

Bio

Nacido en 1950 en la ciudad de Tepic (oeste de México), fue ordenado sacerdote en 1973. En 1997, Juan Pablo II lo nombró obispo de Texcoco. Enviado por Benedicto XVI como arzobispo a Tlalnepantla en 2009, Francisco lo designó primado de México en 2017. Fue presidente del CELAM.

—De todos ellos, ¿cuál es el que se parece más a Francisco?

—Hay rasgos de todos. Tiene vínculos muy fuertes con León XIII, un Papa que llega ya con una edad y que comienza con la necesidad de renovar todas las cosas, la Rerum novarum. Se centra en quienes más lo necesitan, como hoy Francisco con los problemas de los más pobres: migrantes, indigentes… Otro es Pablo VI. En Eclesiam suam afirma que lo que necesita la Iglesia es dialogar, la posibilidad de escucharnos y conocer lo que pensamos. Esto lo está llevando a la vida diaria Francisco, que está continuando la aplicación del Vaticano II. A veces, se piensa que está rompiendo y fracturando la forma de ser de los Pontífices anteriores a él y no.

En opinión de Aguiar no hay un cambio radical. Tampoco con su inmediato predecesor, Benedicto XVI, por más que cada uno tenga un estilo muy marcado. El purpurado destaca la influencia del Papa alemán en la Conferencia de Aparecida con su intervención en la apertura. Francisco, que fue el que lideró la elaboración del documento final —Aguiar era vicepresidente del CELAM—, recoge la idea de conversión pastoral, muy presente luego en su Evangelii gaudium. «Esa convicción surge por la insistencia de Benedicto XVI», añade. El actual Papa confesaría luego al primado mexicano que, con la citada exhortación apostólica, lo que estaba haciendo era universalizar Aparecida, es decir, «concretar lo que nos pidió Benedicto XVI». Y añade: «No hay rupturas en el pontificado. Hay maneras de ser Papa. Cada persona le da una singularidad, pero no se rompe con el dinamismo que el Espíritu Santo da a la Iglesia».

Resume el pontificado en tres grandes documentos: la Evangelii gaudium, la encíclica Laudato si, que marca la preocupación por la Creación, y la Fratelli tutti que, en su opinión, «desenmascara a los gobiernos que buscan sus propios beneficios y no los de la comunidad». Magisterio que vive en primera persona: «Muestra la alegría del Evangelio, lo mismo que su preferencia por las situaciones dramáticas». Concluye con la convicción de que Francisco continuará su tarea mientras mantenga la lucidez. «Por incapacidad física no va a renunciar», sentencia el purpurado.

«No es progresista ni peronista, es misionero y social»

La Iglesia que heredó Francisco en 2013 no era fácil. El filósofo italiano Massimo Borghesi, otro de los participantes en el congreso sobre el Pontífice argentino en Madrid, enumera las crisis que tuvo que afrontar en aquellos momentos: los abusos a menores, el escándalo Vatileaks, las finanzas vaticanas… A pesar de la dificultad, su balance de estos diez años es positivo. «No ha resuelto todos los problemas de la Iglesia, pero los ha afrontado con valentía», sostiene en conversación con este semanario.

Borghesi, que ha publicado varios libros sobre el actual Papa, algunos de ellos en español en Ediciones Encuentro, explica que el valor de Francisco se mide también por su reforma espiritual. «Dice siempre que uno de los grandes males de la Iglesia es el clericalismo. ¿Qué es el clericalismo? Es una Iglesia cerrada, que tiene miedo del mundo. El Papa quiere una Iglesia en salida, una Iglesia misionera, y muchos no lo han entendido. Lo acusan de ser un progresista, pero es un Papa misionero». En este sentido, insiste en que ha recuperado el empeño social de la Iglesia, «que se había olvidado» tras la caída del muro de Berlín. Él viene de Iberoamérica, donde la pobreza es una cuestión grave. Esto «no ha gustado a los católicos moderados de Occidente» y por eso nace la idea de un «Papa rojo, peronista y populista». «Ha tocado a un catolicismo del orden establecido, sobre todo en Estados Unidos, muy polarizado sobre cuestiones éticas como el aborto. El Papa está en contra del aborto, ha usado palabras muy duras, pero quiere que el anuncio cristiano sea prioritario frente a batallas culturales y éticas, en las que también habrá que empeñarse», reconoce. Como grandes desafíos pendientes, Borghesi cita la formación espiritual e intelectual del clero y la ausencia de un pensamiento católico relevante en la sociedad.

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