El Papa pide en la urbi et orbi «superar los retrasos» en la distribución de las vacunas - Alfa y Omega

El Papa pide en la urbi et orbi «superar los retrasos» en la distribución de las vacunas

Los jóvenes de Myanmar, el conflicto en Ucrania y en Nagorno-Karabaj, el Líbano y su querida Irak, los pobres de la pandemia… el Papa ha pedido la Luz de Cristo resucitado para todas las heridas abiertas de la tierra

Redacción

En la bendición urbi et orbi de este Domingo de Resurrección, Francisco ha recordado que «el anuncio de la Pascua no muestra un espejismo, no revela una fórmula mágica ni indica una vía de escape frente a la difícil situación que estamos atravesando». La pandemia todavía está en pleno curso, «la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres; y a pesar de todo –y es escandaloso– los conflictos armados no cesan y los arsenales militares se refuerzan».

Ante esto, el Papa ha recalcado que «Jesús resucitado lleva las llagas impresas en sus manos, en sus pies y en su costado. Estas heridas son el sello perpetuo de su amor por nosotros». Por eso, «todo el que sufre una dura prueba, en el cuerpo y en el espíritu, puede encontrar refugio en estas llagas y recibir a través de ellas la gracia de la esperanza que no defrauda». «En medio de las numerosas dificultades que atravesamos, no olvidemos nunca que somos curados por las llagas de Cristo», ha recalcado.

Ofrecemos a continuación el repaso que ha hecho el Papa, ofreciendo la Luz de Cristo resucitado a quienes sufren hoy las heridas que destruyen el mundo.

Internacionalismo de las vacunas

Cristo resucitado es esperanza «para todos los que aún sufren a causa de la pandemia, para los enfermos y para los que perdieron a un ser querido. Que el Señor dé consuelo y sostenga las fatigas de los médicos y enfermeros. Todas las personas, especialmente las más frágiles, precisan asistencia y tienen derecho a acceder a los tratamientos necesarios. Esto es aún más evidente en este momento en que todos estamos llamados a combatir la pandemia, y las vacunas son una herramienta esencial en esta lucha. Por lo tanto, en el espíritu de un “internacionalismo de las vacunas”, insto a toda la comunidad internacional a un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres».

Los pobres de la pandemia

El Crucificado resucitado es consuelo «para quienes han perdido el trabajo o atraviesan serias dificultades económicas y carecen de una protección social adecuada. Que el Señor inspire la acción de las autoridades públicas para que todos, especialmente las familias más necesitadas, reciban la ayuda imprescindible para un sustento adecuado. Desgraciadamente, la pandemia ha aumentado dramáticamente el número de pobres y la desesperación de miles de personas».

El Papa ha hecho aquí una mención al pueblo haitiano, «al que dirijo este día mi pensamiento y mi aliento, para que no se vea abrumado por las dificultades, sino que mire al futuro con confianza y esperanza».

Jóvenes y Myanmar

Jesús resucitado es esperanza «también para tantos jóvenes que se han visto obligados a pasar largas temporadas sin asistir a la escuela o a la universidad, y sin poder compartir el tiempo con los amigos. Todos necesitamos experimentar relaciones humanas reales y no sólo virtuales, especialmente en la edad en que se forman el carácter y la personalidad».

«Me siento cercano a los jóvenes de todo el mundo y, en este momento, de modo particular a los de Myanmar, que están comprometidos con la democracia, haciendo oír su voz de forma pacífica, sabiendo que el odio sólo puede disiparse con el amor».

La miseria de la guerra

Que la luz del Señor resucitado «sea fuente de renacimiento para los emigrantes que huyen de la guerra y la miseria. En sus rostros reconocemos el rostro desfigurado y sufriente del Señor que camina hacia el Calvario. Que no les falten signos concretos de solidaridad y fraternidad humana, garantía de la victoria de la vida sobre la muerte que celebramos en este día. Agradezco a los países que acogen con generosidad a las personas que sufren y que buscan refugio, especialmente al Líbano y a Jordania, que reciben a tantos refugiados que han huido del conflicto sirio».

Que el pueblo libanés, «que atraviesa un período de dificultades e incertidumbres, experimente el consuelo del Señor resucitado y sea apoyado por la comunidad internacional en su vocación de ser una tierra de encuentro, convivencia y pluralismo».

Que Cristo, «nuestra paz, silencie finalmente el clamor de las armas en la querida y atormentada Siria, donde millones de personas viven actualmente en condiciones inhumanas, así como en Yemen, cuyas vicisitudes están rodeadas de un silencio ensordecedor y escandaloso, y en Libia, donde finalmente se vislumbra la salida a una década de contiendas y enfrentamientos sangrientos».

«Que todas las partes implicadas se comprometan de forma efectiva a poner fin a los conflictos y permitir que los pueblos devastados por la guerra vivan en paz y pongan en marcha la reconstrucción de sus respectivos países».

Jerusalén e Irak

La Resurrección «nos remite naturalmente a Jerusalén; imploremos al Señor que le conceda paz y seguridad para que responda a la llamada a ser un lugar de encuentro donde todos puedan sentirse hermanos, y donde israelíes y palestinos vuelvan a encontrar la fuerza del diálogo para alcanzar una solución estable, que permita la convivencia de dos Estados en paz y prosperidad».

En este día de fiesta, «mi pensamiento se dirige también a Irak, que tuve la alegría de visitar el mes pasado, y que pido pueda continuar por el camino de pacificación que ha emprendido, para que se realice el sueño de Dios de una familia humana hospitalaria y acogedora para todos sus hijos».

Países africanos

Que la fuerza del Señor resucitado «sostenga a los pueblos de África que ven su futuro amenazado por la violencia interna y el terrorismo internacional, especialmente en el Sahel y en Nigeria, así como en la región de Tigray y Cabo Delgado».

«Que continúen los esfuerzos para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos, en el respeto de los derechos humanos y la sacralidad de la vida, mediante un diálogo fraterno y constructivo, en un espíritu de reconciliación y solidaridad activa».

Instrumentos de muerte

«¡Todavía hay demasiadas guerras y demasiada violencia en el mundo! Que el Señor, que es nuestra paz, nos ayude a vencer la mentalidad de la guerra. Que conceda a cuantos son prisioneros en los conflictos, especialmente en Ucrania oriental y en Nagorno-Karabaj, que puedan volver sanos y salvos con sus familias, e inspire a los líderes de todo el mundo para que se frene la carrera armamentista».

Este domingo, 4 de abril, se celebra el Día Mundial contra las minas antipersona, «artefactos arteros y horribles que matan o mutilan a muchos inocentes cada año e impiden “que los hombres caminen juntos por los senderos de la vida, sin temer las asechanzas de destrucción y muerte”. ¡Cuánto mejor sería un mundo sin esos instrumentos de muerte!».

Restricciones de culto

También este año, en diversos lugares, «muchos cristianos han celebrado la Pascua con graves limitaciones y, en algunos casos, sin poder siquiera asistir a las celebraciones litúrgicas. Recemos para que estas restricciones, al igual que todas las restricciones a la libertad de culto y de religión en el mundo, sean eliminadas y que cada uno pueda rezar y alabar a Dios libremente».