Francisco pide ayuda concreta para Marruecos - Alfa y Omega

Francisco pide ayuda concreta para Marruecos

Durante el rezo del ángelus ha propuesto a la familia Ulma como ejemplo de amor evangélico frente al odio y la violencia, sobre todo hoy, en un mundo con guerras como la de Ucrania

Ángeles Conde Mir
Francisco ha estado acompañado por unos 20 mil fieles desde la plaza de San Pedro. Foto: AFP / Alberto Pizzoli.

Aunque el Papa ya envió el pasado sábado un telegrama de solidaridad y condolencias al pueblo marroquí por el terremoto, este domingo ha querido expresar su cercanía de viva voz durante el rezo del Ángelus: «Rezo por los heridos, por los que han perdido la vida, tantos, y por sus familiares. Doy las gracias a los equipos de rescate y a todos los que trabajan para aliviar el sufrimiento de la gente. Que la ayuda concreta de todos pueda sostener a la población en este trágico momento. Estamos cerca del pueblo de Marruecos».

El amor evangélico frente al odio y la violencia

También en la plaza de San Pedro se ha notado que las vacaciones han terminado y, por eso, se han congregado bastantes más fieles que en las semanas precedentes. Antes unas 20.000 personas, Francisco ha celebrado la beatificación de la familia Ulma, que ha tenido lugar este domingo en Markowa, Polonia. Los Ulma fueron asesinados el 24 de marzo de 1944 por los nazis por haber escondido a dos familias judías.

«Al odio y la violencia que caracterizaron aquel tiempo opusieron el amor evangélico. Que esta familia polaca, que representó un rayo de luz en la oscuridad de la Segunda Guerra Mundial, sea para nosotros un modelo a imitar en el bien, en el servicio a quien lo necesita. Un aplauso a esta familia», ha exclamado el Pontífice, que firmó el decreto que reconocía el martirio de los Ulma el pasado 17 de diciembre, fecha de su propio cumpleaños.

Sufrimiento de Ucrania

Francisco ha invitado a seguir el ejemplo de esta humilde familia que encarnó los valores evangélicos hasta sus últimas consecuencias y la ha relacionado con la guerra en Ucrania: «Sobre su ejemplo sintámonos llamados a oponer a la fuerza de las armas, la de la caridad. A la retórica de la violencia, la tenacidad de la oración. Hagámoslo, sobre todo, por tantos países que sufren a causa de la guerra. Aquí pienso de forma especial, intensifiquemos la oración, por la martirizada Ucrania ―aquí están las banderas―, que está sufriendo tanto, tanto».

Entre esos países que sufren a causa de la guerra, también ha mencionado este domingo a Etiopía, que celebra en dos días el tradicional fin de año etíope. Ha deseado que la población sea bendecida «con el don de la reconciliación fraterna y la paz». Además, el Pontífice ha saludado cariñosamente a los fieles de la parroquia del Sagrado Corazón de Madrid, que han peregrinado hasta Roma.

Señalar no es bueno

En la reflexión previa al rezo de la oración mariana, Francisco ha hablado sobre la corrección fraterna, «una de las expresiones más grandes del amor, y también una de las más exigentes», ha indicado insistiendo en que, si alguien comete una falta, hay que ayudarlo corrigiéndolo sin rencor.

Lo que no hay que hacer nunca es caer en las habladurías, ha dicho el Papa que, una vez más, ha explicado que los cotilleos son «una plaga en la vida de las personas y de las comunidades, porque traen división, sufrimiento y escándalo, y nunca ayudan a mejorar y a crecer». Jesús, por el contrario, invita a ser franco con quien se equivoca y a decir las cosas a la cara «con mansedumbre y amabilidad».

«No se trata de poner a la persona en la picota, de avergonzarla públicamente, sino de unir los esfuerzos de todos para ayudarla a cambiar. Señalar con el dedo a las personas no es bueno, de hecho, a menudo hace más difícil que quien se ha equivocado reconozca su propio error. Más bien, la comunidad debe hacerle sentir a él o a ella que, al tiempo que condena el error, le está cerca con la oración y el afecto, siempre dispuesta a ofrecer el perdón y a empezar de nuevo», ha concluido Francisco, que ha invitado a las comunidades parroquiales a abrir los brazos y a acoger a quien se equivoca ayudándole a buscar siempre el camino del bien.