Francisco alerta a los soberbios de que «están lejos de Dios»
El Papa cede la palabra durante la audiencia general a un colaborador por sus problemas de salud y centra su catequesis en la soberbia, «origen del mal del hombre»
En una audiencia general celebrada al aire libre en la plaza de San Pedro, e interrumpiendo algunas veces sus palabras para poder toser debido a los problemas de salud que ha arrastrado en las últimas semanas, el Papa ha saludado a los miles de peregrinos que se han reunido este miércoles para escuchar su catequesis semanal. Como en las últimas ocasiones, Francisco ha encargado a un colaborador leer el texto que ha preparado para su ciclo sobre los vicios y las virtudes.
Así, el Papa se ha centrado en el pecado de la soberbia, que es «la autoexaltación, el engreimiento, la vanidad», y ha recordado que Jesús lo menciona como «origen del mal del hombre». En este sentido, el soberbio «es aquel que se cree que es mucho más de lo que es en realidad y que desea ser reconocido más que los demás», a quienes «desprecia y trata como inferiores».
A partir de esta descripción, ha comparado la soberbia con la vanagloria, a la que dedicó su última catequesis, pero esta última «es una enfermedad más infantil, comparada con los estragos que puede causar la soberbia». De este modo, para el Papa, «se suele comenzar por los pecados más ligeros y se llega a los más inquietantes», en un escalafón en el que la soberbia «es la gran reina». «Quien cede a este vicio está lejos de Dios y la enmienda de este mal requiere tiempo y esfuerzo», ha alertado el Pontífice.
En realidad, en este pecado «se esconde la absurda pretensión de ser como Dios», ha dicho el Papa haciendo memoria del capítulo de la primera tentación que ilustra el libro del Génesis. Este mal «envenena el sentimiento de fraternidad que debería unir a los hombres», ha lamentado asimismo.
Francisco ha revelado también «la larga lista de síntomas» que muestran que una persona ha sucumbido a este pecado, como «la altivez del rostro o la nuca rígida». Yendo más allá, este hombre «es pronto para juzgar y despreciar a los demás, pues le parecen ineptos e incapaces». Esta arrogancia «desdice el precepto de Jesús de no juzgar nunca», por lo que un orgulloso «reacciona de forma exagerada si le haces un comentario constructivo».
«Poco se puede hacer con una persona enferma de soberbia», ha lamentado Francisco, ya que «es imposible hablar con ella y mucho menos corregirla». Tan solo es necesario «tener un poco de paciencia», porque «un día su edificio se derrumbará».
La salvación de este mal pasa entonces «por la humildad, verdadero remedio para todo acto de soberbia», ha concluido el Papa, para quien «es inútil robarle algo a Dios, ya que Él quiere regalarnos todo».