El Papa alerta en el principio de la Cuaresma sobre «el demonio de la acedia» - Alfa y Omega

El Papa alerta en el principio de la Cuaresma sobre «el demonio de la acedia»

La acedia es «una tentación muy peligrosa» que atenta contra «la sencilla alegría del aquí y ahora». El antídoto es «fijarse metas más cortas» y «perseverar apoyándonos en Jesús», dice el Papa

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
El Papa Francisco durante la audiencia general
El Papa Francisco durante la audiencia general. Foto: EFE / EPA / Ettore Ferrari.

«Entre todos los vicios capitales hay uno que a menudo pasa en silencio: la acedia», ha dicho el Papa Francisco este Miércoles de Ceniza durante la audiencia general. En ella ha desarrollado la octava enseñanza de su ciclo sobre los vicios y las virtudes.

«Habitualmente, en el catálogo de los pecados más graves, el término acedia es sustituido por otro más común, la pereza, pero esta es más un efecto que una causa», ha explicado el Papa. Así, «cuando una persona se queda inactiva, indolente o apática decimos que es perezosa, pero a menudo la raíz es la acedia, que literalmente significa “falta de cuidado”».

Este vicio constituye «una tentación muy peligrosa», porque quien cae en él «queda aplastado por un deseo de muerte. Todo le disgusta, la relación con Dios se vuelve aburrida y hasta los actos más santos que le habían calentado en el pasado aparecen completamente inútiles».

«Morir anticipadamente»

A la acedia se la denomina también «el demonio del mediodía», ha dicho el Santo Padre. «Nos atrapa en mitad de la jornada, cuando la fatiga está en su ápice y las horas que nos esperan nos parecen monótonas e imposibles de vivir». Citando al monje y asceta Evagrio, ha contado que quien se deja llevar por este vicio «es como el monje que mira por las ventanas continuamente esperando visitantes, o que lee y bosteza dejándose llevar fácilmente por el sueño». En conclusión, el acedioso «no llega a realizar la obra de Dios».

A continuación, ha recordado que a veces la acedia «se parece al mal de la depresión», en el que «recordamos sueños que no nos han hecho felices, y no pensar aparece como única vía de salida». «Es un poco como morir anticipadamente», ha añadido el Santo Padre, creyendo que «todo es en vano y nada tiene sentido».

Permanecer en el aquí y ahora

Ante ello, «lo más importante es adquirir la paciencia de la fe», y tener coraje «para permanecer en el aquí y ahora, estando realmente presentes en la situación en la que estamos». «Los monjes nos recuerdan a este respecto que para ellos la celda es la mejor maestra de vida», ha señalado el Pontífice. «Es el lugar que les habla concreta y diariamente de su historia de amor con el Señor».

«El demonio de la acedia quiere destruir precisamente esta sencilla alegría del aquí y ahora», ha continuado Francisco, «el asombro agradecido por la realidad». Para el Papa, los acediosos «son gente aburrida y no es fácil estar con ellos porque tienen una actitud que te contagia». Muchos de ellos «han abandonado tontamente el camino del bien que habían emprendido».

Por eso, el combate contra la acedia «es una batalla decisiva que hay que ganar a toda costa», una lucha «en la que se han empeñado muchos santos que ha atravesado verdaderas noches de la fe, en las que todo parecía oscuro». Estos testigos «nos enseñan a cruzar la noche con paciencia», recomendando «mantener una medida menor de compromiso y fijarse metas más al alcance de la mano»; y, al mismo tiempo, «perseverar apoyándose en Jesús, que nunca nos abandona», ha concluido el Papa.

«Un mártir viviente»
El Papa Francisco y el cardenal Simoni tras la audiencia

El Papa Francisco ha recordado con especial cariño al cardenal albanés Ernesto Simoni, presente también en la audiencia. Al final de la catequesis, el Santo Padre ha mencionado a los mártires que ha habido a lo largo de la historia de la Iglesia, y mirando al cardenal Simoni se ha referido a él como «un mártir viviente».

«Él vivió 18 años en la cárcel comunista de Albania, una de las más crueles», ha contado el Papa. «Y sigue dando su testimonio —ha continuado—. Ahora tiene 95 años y sigue trabajando para la Iglesia sin desanimarse. Querido hermano, te agradezco tu testimonio, gracias».