Flores en el pelo - Alfa y Omega

Flores en el pelo

Paula Fernández de Bobadilla
Detalle de la portada

Lo primero que me llama la atención a las pocas páginas de empezar los Diarios completos de Sylvia Plath (Alba, 2023) es su lucidez, su forma de pararse a mirar. Iba a decir que me parece algo poco común en una persona de 18 años pero, pensándolo mejor, creo que la mirada despierta es una característica frecuente a esa edad, en esos años que pasamos saliendo de la adolescencia para entrar en la madurez —aunque se tienda a pensar lo contrario—. De modo que para mí lo excepcional de Plath no es tanto que sea muy aguda, que lo es, como su capacidad para transmitirnos esa sagacidad, que veo de un modo especialmente nítido en su talento para desenmarañar sentimientos.

Intuyo que desenredar emociones hace que las sientas de un modo más hondo, más limpio. Si cuando nombramos las cosas más sencillas las disfrutamos más —no es lo mismo la sombra de una higuera que la de un árbol, ni un herrerillo que un pájaro sin nombre ni apellidos, por lindo que sea—, cómo será cuando lo que distinguimos son los matices de un sentimiento. Al poeta se le presupone una sensibilidad especial, sí, pero qué gozoso cuando encuentras la delicadeza y la inteligencia tan de la mano.

Hay una escena muy al principio de los diarios que creo que refleja bien esto que estoy tratando de contarles: «Un pequeño detalle: que unos niños me pongan flores en los cabellos puede reparar, como una pomada, las grietas cada vez más grandes de mi amor propio. Hoy estaba sentada en las escaleras de fuera, completamente angustiada y asqueada, cuando vino Peter (el niño que vive al otro lado de la calle), de rostro delgado y pálido, ojos azules y tristones y sonrisa tímida, con su adorable hermana Libby, de trenzas rubias y un cuerpo infantil firme y maravillosamente formado. Al principio estaban cohibidos, pero luego Peter cogió una petunia blanca y me la puso en el pelo. Así ha empezado un juego encantador en que yo me quedaba sentada, inmóvil, mientras Libby corría de aquí para allá recogiendo petunias y Peter las disponía en ramilletes en mis cabellos. He cerrado los ojos para sentir mejor aquellas manos infantiles, amables y delicadas colocando cuidadosamente, una tras otra, las flores entre mis cabellos. […] Había algo en la franqueza y la ingenuidad de esos ojos azules, de esos hermosos cuerpos infantiles, de la fragancia suave de las flores cortadas, que me ha traspasado, como una espada, y la sangre del amor ha manado de mi corazón lenta y dolorosamente». La sencillez de la imagen de los niños y las flores y el pelo de Plath ya es potente, pero conocer su estado de ánimo al sentarse en los escalones y el efecto que tienen sobre ella esas manitas ajenas a su dolor es de una belleza abrumadora. Como lo es también la identificación del amor con el dolor, que me recuerda al sentimiento de gratitud que nos sobreviene cuando estamos pasándolo muy mal y alguien, generalmente un extraño, tiene un detalle amable con nosotros.

Decía que lo primero que me llamaba la atención aquí era la lucidez. Lo segundo, aunque lo haya dejado para el final, es casi más importante: es el amor por la vida que se desparrama por estas hojas y que hace que sea más doloroso aún aceptar que todo cuanto leemos salió de la mano de una mujer que se suicidó a los 30 años. La pelea constante contra la oscuridad está presente, claro, pero no es lo único —ni lo más importante—.

Es prácticamente imposible leer a Plath sin tener en cuenta su final o los chismes que sobrevuelan su matrimonio con Ted Hughes y muy fácil reducirla a una caricatura. Los diarios completan esa imagen plana que nos suele acompañar cuando pensamos en ella y nos muestran a una mujer que se fija y está atenta y deja que la belleza la inunde y se abraza a la vida de un modo feroz, a pesar de todo.

Diarios completos
Autor:

Sylvia Plath

Editorial:

Alba

Año de publicación:

2023

Páginas:

848

Precio:

31,50 €

Portada de 'Diarios completos'