Familia y paz en el Sáhara - Alfa y Omega

He estado en los campamentos de refugiados de Tinduf, invitado por el Ministerio de Cultura saharaui, para participar en un encuentro con el tema La paz en la familia. Argelia autorizó el asentamiento de saharauis desde el inicio del conflicto con Marruecos en 1975. A diferencia de lo que ocurre en otros campos de refugiados, donde las organizaciones de la ONU se hacen cargo de la vida de estos, aquí son las propias estructuras saharauis las que lo hacen.

Estábamos alojados, nueve hombres y una mujer, en la muy modesta jaima de Si Mahjoub, imán saharaui y uno de los organizadores. En este grupo estaban la coordinadora del Comité Nacional Argelino de Solidaridad con el Pueblo Saharaui, el primer asesor del muftí de Rusia, un senador, un profesor universitario, un hombre de negocios, dos imanes, un joven americano-argelino, un periodista y yo. En otro campamento, había una docena de representantes de organizaciones humanitarias protestantes de Estados Unidos. A nivel personal, los mejores momentos fueron la vida fraterna y amistosa, sobre las alfombras de la tienda de Si Mahjoub, alrededor de comidas y tazas de té: momentos para hablar sin diplomacia, bromas, intercambio de fotos, direcciones y descubrimiento de las personas detrás de los títulos.

Evidentemente la guerra en Gaza estaba presente en los ánimos de todos y en algunas intervenciones. Me imagino que en las familias de cada uno de nosotros también se han pronunciado palabras de paz o de odio, de moderación o valentía, de rabia o simplificación. En las familias se mama el deseo de paz o el de venganza.

Yo presenté el Documento sobre la fraternidad humana, firmado por el Papa Francisco junto al gran imán de Al Azhar de Egipto, y la encíclica Fratelli tutti sobre la fraternidad y la amistad social. Del primero, elegí esta cita: «Es evidente que la familia es esencial, como núcleo fundamental de la sociedad y de la humanidad, para engendrar hijos, criarlos, educarlos, ofrecerles una moral sólida y protección. Atacar la institución familiar, despreciándola o dudando de su rol, representa uno de los males más peligrosos de nuestra época». Me aplaudieron cuando lo leí.