Faltan parejas - Alfa y Omega

No es normal. Esta situación no es normal. En Argelia la Iglesia se compone de un 90 % de solteros. Religiosas, estudiantes venidos de África a la universidad, sacerdotes, empresarios, empleados de compañías petrolíferas, migrantes, diplomáticos y, en muchos casos, argelinos cristianos. Esta situación tan anormal hace que muchos crean que el celibato es obligatorio para quien desea ser cristiano. Y, en nuestro contexto, además, se nos lanza a menudo, a modo de provocación, el dicho musulmán que afirma: «El matrimonio es la mitad de la religión».

Para colmo de males, acabamos de perder a Hans de un infarto. Él y su esposa, suizos los dos, llegaron a Túnez, donde él había conseguido un puesto como profesor en la universidad. A los once años se mudaron a Argelia, donde lanzó su propio negocio de formación para empresas. Aquí han pasado los últimos 19 años. Sus dos hijos fueron a la escuela pública argelina. Todos en casa hablaban árabe. Y en la parroquia, la guitarra de Hans y la presencia de su familia eran como una luz que irradiaba felicidad: Cristo puede llenar de felicidad el corazón de unos esposos, de una familia.

En el Nuevo Testamento (Hch 18, 1-3) hay un matrimonio que a menudo pasa desapercibido: Priscila y su marido Aquiles, curtidores de tiendas, como san Pablo, con quien pasaron juntos mucho tiempo. Esta discreta pareja (aunque mencionada varias veces: Hch 18, 18.19.26; Rm 16, 3; 1 Co 16,19 ; 2 Tm 4, 19) jugó un papel esencial en la vida espiritual y en la obra evangelizadora de san Pablo.

Ser cristiano en familia es una vocación plena. Estar enamorado de su cónyuge y de Cristo, derrochar tiempo y ternura con sus propios hijos y mantener el corazón abierto a otros hijos de Dios; esto y más hacen que el Evangelio sea plenamente humano. Una Iglesia de solteros —ya lo sean de por vida o por las circunstancias del momento— se parece a un club de ascetas. Y esos clubes no traen nunca nada bueno. Dichosas la comunidades que tienen parejas de novios, familias, abuelos y nietos en su seno. Dichosos los que aman, en pareja, en familia, a Cristo.